Heridas pasadas, vidas actuales

La sensación de vergüenza de uno mismo y/o el sentimiento de minusvalía o de “no merezco…” son indicadores de creencias que se formaron en la niñez equivocadamente.

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Tendemos a recrear el pasado en el presente”.- Chesterton

El niño forma conclusiones erróneas acerca de la vida que, enterradas en el inconsciente, más adelante moldean la vida adulta. Tal vez ya no recordamos el proceso infantil del pensamiento y hace mucho que olvidamos las experiencias y las impresiones que nos llevaron a nuestras creencias actuales, muchas de ellas, equivocadas.

El niño piensa en absolutos como “nunca”, “siempre”, “jamás” y generalidades como Todos los hombres son malos, basándose en la experiencia de un padre irresponsable o cuando hay pleitos familiares por el dinero, la conclusión puede ser: El dinero sólo trae problemas.

Al generalizar, sobre todo en las relaciones cercanas, entramos en nuestras creencias infantiles en vez de ver con verdad y realismo la situación a la que HOY como adultos tenemos que dar respuesta. No nos damos cuenta de que estamos viviendo el presente a través de las generalizaciones  basadas en las experiencias desagradables de nuestra niñez cuando éramos más vulnerables y no podíamos discernir que no SIEMPRE, que no TODO ni TODOS eran como lo veíamos o nos lo hicieron ver y/o vivir en aquel entonces.

Sólo el “yo adulto” es capaz de “volver” y corregir las conclusiones erróneas de la niñez y el hecho de que “mami me hubiera castigado” por algo inadecuado en algún momento no significa que yo sea inaceptable o incapaz.

La sensación de vergüenza de uno mismo y/o el sentimiento de minusvalía o de “no merezco…” son indicadores de creencias que se formaron en la niñez equivocadamente. La conciencia del “yo adulto” debe de entrar en el miedo, resentimiento y vergüenza del NIÑO INTERIOR para descubrir las creencias equivocadas que están en la mente inconsciente.

Aceptando la verdad de que si hubo algún maltrato psicológico, físico y/o carencias afectivas fue porque nuestros padres no son ni eran perfectos, que tenían defectos, podremos desechar las creencias falsas y quedarnos con lo bueno que también está presente en el pasado.

Dando este paso de manera consciente y deliberada, ya no pretenderemos forzar a otros a ser nuestros “padres perfectos” en situaciones de adultos. De hecho, nadie es perfecto, ni nos amarán de manera perfecta y ésa es simplemente la realidad. Todo el mundo es imperfecto… y todo el mundo se merece el perdón.

¡Ánimo! Hay que aprender a vivir.

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