Fue un martes de ajedrez. Los maestros bloquearon temprano la zona de Reforma e Insurgentes para presionar la sesión en el Senado. Se esparció entonces la versión de que irían al aeropuerto e, incluso, estrangularían alguna entrada carretera. Las policías del DF y Federal no podían confiarse.

Los círculos preventivos de las policías en la zona del aeropuerto y otros puntos de la ciudad fueron ostensibles, disuasivos. Si se resta el caos vial en las afueras del Senado y la Secretaría de Gobernación, el martes transcurrió en apreciable tranquilidad.

Hoy se espera un miércoles difícil en las calles. Pero parece que, aprobada la reforma educativa, será el último. Los maestros piensan dar una postrera demostración de poderío y disolverse, hasta la próxima. Quizá el jueves ni siquiera mantengan ocupada una parte del Zócalo.

Si las cosas se dan así, habrá que reconocer el éxito de la estrategia conjunta Mancera-Osorio Chong. Habrían mantenido la calma, a pesar de que el clamor de “orden-fuerza” era ensordecedor. Miguel Ángel Mancera llegó a tener una desaprobación ciudadana cercana a 80 por ciento.

¿Hiciste lo correcto?, le pregunto a Mancera. “La Ciudad de México nunca había enfrentado tantos bloqueos en un número tan cuantioso”, responde. “Hicimos lo correcto. Había que aguantar la crítica y ver por todas las consecuencias. No tenemos un hecho que lamentar sobre la integridad de los capitalinos. Entiendo la molestia ciudadana, pero espero que al final se den cuenta de que este conflicto, que pudo ser muy complicado, termine con las sesiones legislativas, el diálogo y las mesas”.

Sin presos ni muertos.