Hipocresía cultural

Mientras no haya educación y entendimiento, no existirá supercarretera de la información o plataforma cultural que funcione...

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Mientras no haya educación y entendimiento, no existirá supercarretera de la información o plataforma cultural que funcione.

Las redes sociales arden en indignación, angustia y sobresalto. El festival Yulin en China, en el que se come carne de perro, desató la furia de los activistas en pro de los derechos animales, acusando a los ciudadanos de crueldad e ignorancia, situación que, desde el punto de vista occidental podría ser cierto, pero no bajo la óptica oriental.

Aunque el festival Yulin no tiene raíces milenarias como se podría esperar de un evento en el gigante asiático, sí representa una rara costumbre extranjera a los ojos de millones de mexicanos que vemos en los perros animales de compañía, y ciertamente es “justificable” la reacción en contra de muchos. Sin embargo, esto demuestra una actitud hipócrita y convenenciera, impropia de los llamados “ciudadanos globales”. 

Más allá del hecho de que los mexicanos vemos a los animales en tres clases: “lindos”, “feos”  y “comestibles”; sobre el tema del festival chino tenemos la vertiente de la información y la cultura. Presumiblemente, quienes tenemos acceso a la web y las redes sociales nos adentramos a la “aldea global”, teniendo así la oportunidad de conocer las costumbres de otras sociedades, y abrir la mente a la diversidad de pensamiento, si bien no entendiendo al cien por ciento, sí comprendiendo que sus usos y prácticas son tan validas como las nuestras.  Sin embargo, la reacción por la suerte de los animales en la celebración china, demostró lo contrario. 

Los usuarios de redes sociales mexicanos evidencian el mismo mal del que tanto se acusa a los españoles durante el traumático período de la conquista: la imposición de voluntades e ideas, anteponiendo la realidad propia a la ajena, juzgando la paja en el ojo ajeno, sin ver la viga en el propio. La petición en Change.org para “evitar” el festival es por demás simbólica, eso está más que claro y es bienvenida dentro la diversidad de pensamiento, pero para quienes se adhirieron cabe preguntar: ¿qué responderían  a una campaña de los hinduistas en contra del consumo de carne de vaca de los mexicanos? ¿Se considerarían a sí mismos “asesinos” o “bárbaros”, como se acusa a los asiáticos? Además, cuando se difundió el que los mismos chinos comes ratas y alacranes, ¿por qué no se indignaron? 

Estos choques culturales no son privativos de los derechos animales. Los casos de Charlie Hebdo, el uso de la burka en Europa, la discriminación racial, monarquía o república, o los derechos de la comunidad LGBTTT, ponen en tela de juicio la idea de la “comunidad global” que tan feliz hace a los usuarios de las redes sociales… siempre y cuando no se toquen temas tabú de sus sociedades, que paradójicamente, son lo que se deben derrumbar para pertenecer efectivamente al cómicamente llamado “mundo mundial”. 

Los usuarios debemos comprender que internet sólo es el camino hacia el entendimiento cultural. Tener acceso a la web no nos convierte en “ciudadanos del mundo”, sin primero limpiar nuestra mente de los perjuicios culturales que cargamos desde la infancia, pues de no ocurrir, llegara el día en que sea mal visto afirmar que nos gusta comer caldo de pollo o tacos al pastor, y si ese es el futuro “orwelliano” de la comunidad global, mejor sería quedarnos fuera de ella. 

No hay debate, monseñor 

La decisión de la Suprema Corte de declarar constitucional el derecho de los miembros de  comunidad LGBTT a casarse, no ha generado el debate en las redes sociales que los sectores eclesiásticos esperaban, pues dentro de las carencias culturales e ideológicas de muchos sus usuarios, es evidente que no está el de ceguera mental: la decisión del Poder Judicial regula el matrimonio civil, no los ritos de las iglesias, ni obliga a estas cambiar sus ceremonias. 

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