Hoguera de vanidades

Facebook se volvió tan popular, que lo usamos sin detenernos a pensar por qué escribimos y publicamos.

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El concepto de red social parte de la idea de que para los seres humanos es preponderante ser sociales. Hay opciones para satisfacer tal necesidad, a lo largo de casi dos décadas la tecnología nos ha dado herramientas para hacerlo: Sixdegrees, Fotolog, linked in, My Space, Hi5, Flickr, Facebook, y otros tantos.

Son más de 10 espacios virtuales, ninguno tan exitoso como el de Mark Zuckerberg: Facebook. Esta red puede cumplir con la función de compañía, algunos lo usamos como medio de comunicación con familiares y amigos porque es sencilla y además económica. 

Se volvió tan popular que lo usamos inercialmente sin detenernos a pensar por qué escribimos y publicamos de una u otra manera. Me da la impresión de que es una especie de vecindario que permite abrir la ventana de nuestra privacidad a otros. No hay herramienta más eficiente cuando se trata de hacer testigos de nuestras vidas a los demás. Queremos que los demás vean qué hago, cuántos kilómetros corrí en la mañana. Nos importa que sepan qué estoy comiendo, con quién estoy, cuál es mi estado de ánimo hoy. 

A cada momento se hacen virales miles de mensajes de superación personal, es como si creyéramos que esa es nuestra contribución para cambiar al mundo. ¿Poner “me gusta” a la foto de un animal abandonado me convierte en activista? Por supuesto que no; pero eso sí, buscamos los mejores pretextos para ponernos de moda sin importarnos que esto implique que invadan nuestra privacidad, con el agravante de que nos vuelve adictos y trae problemas de salud. 

En la red multiplicamos y compartimos con los demás todo lo que nos genere emociones. Esto nos llevó al automatismo del “me gusta”, que según se ha estudiado, el 94 por ciento de estas acciones no se piensa. 

Estamos viviendo la gestión de datos más interesante que se haya dado en la historia, diario tenemos que procesar datos equivalentes a los 34 GB. 

Recibimos tanta información que no nos detenemos a analizarla. ¿No es esto un verdadero desperdicio? Estamos conectados con al menos 8 mil personas en todo el mundo, lo que hagamos en la red repercutirá en lo que haga, diga o piense alguna de estas miles de personas. 

La próxima vez deberíamos pensar dos veces nuestra siguiente publicación en la red.

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