Ideas peligrosas
El festival la Ciudad de las Ideas reúne a emprendedores sociales, académicos, creativos, artistas y seres hambrientos de conocimiento brillante.
“Nada tan peligroso como una idea amplia en cerebros estrechos”. El escritor francés Hipólito Taine sigue teniendo razón aún dos siglos después. No sabemos qué hacer con las nuevas ideas, nos aterrorizan.
En México no nos enseñan a confrontar nuestras creencias, ni a ser receptores de ideas que transformen nuestro modus operandi, mucho menos adaptarlas a nuestro entorno social.
Estrecho y ciego, nuestro cerebro está atrapado en la fe del destino y carece de la capacidad de diseñar el futuro. Debemos ser salvados de ideas arcaicas que nos oscurecen, destruir trampas cognitivas de las que somos presas. Dejar de oír sólo lo que nos conviene y saber cuestionar lo que siempre hemos creído.
Así como un clavo saca otro clavo, las válvulas de escape del cerebro son también otras ideas, de las que cambian el pensamiento global, la pregunta es… ¿dónde encontrarlas?
Aunque en sitios de Internet como TED.com, WOBI.com, Cousera.org y YouTube se puede encontrar una lluvia de intelecto, no es posible equipararlo a la magia de un Festival de las Mentes Brillantes, pionero y espectacular en México, donde te reúnes con investigadores, escritores, intelectuales, científicos y humanistas. Por sexto año consecutivo, las ideas se contagiarán en Puebla este 7, 8 y 9 de noviembre.
El año pasado, la Ciudad de las Ideas convocó a Craig Venter, considerado el padre del genoma humano; Anthony Atala, pionero en medicina regenerativa; Shirin Ebady, primera mujer musulmana en recibir un premio Nobel; Lisa Randall, experta en física de partículas y cosmología y, entre otros conferencistas, el ganador de tres premios Oscar, Oliver Stone.
Como mencionó el curador del evento, el Dr. Andrés Roemer, el festival reúne a emprendedores sociales, académicos, creativos, artistas y seres hambrientos de conocimiento brillante.
Como usted, que lee esta columna y comparte conmigo la adrenalina de bombardear nuestra zona de confort intelectual y descubrir que estamos equivocados por años… una y otra vez, y otra vez, como estirando con ideas nuestro cerebro hasta hacerlo cada vez menos estrecho y, sólo así, recibir ideas cada vez más amplias.