Las inspecciones con Pedro y Mario

Mario era el encargado de la brigada volante y Pedro, que reconocía la experiencia y el liderazgo de Mario, era un ferviente seguidor de sus indicaciones.

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Las inspecciones arqueológicas fueron realizadas de manera satisfactoria gracias a la ayuda de Mario Magaña  y Pedro Góngora, a quienes considero los últimos de una magnífica generación de custodios con un enorme compromiso con su trabajo y con la institución, y que nunca repararon por el horario; prácticamente trabajaban desde el amanecer hasta el ocaso.

Otra de las actividades que realizaba con estos dos personajes eran las inspecciones. En ese entonces Mario era el encargado de la brigada volante y Pedro, que reconocía la experiencia y el liderazgo de Mario, era un ferviente seguidor de sus indicaciones. De manera cotidiana e inteligente, Mario solicitaba una inspección y cuando nos presentamos con él y Pedro, no sólo realizábamos la inspección solicitada, sino que sutilmente nos involucraban en la necesidad institucional y su preocupación personal porque se atendieran asuntos latentes que ponían en riesgo los monumentos y sitios. Al mismo tiempo ponían en la balanza la necesidad de la gente, campesinos y parceleros, de procurarse la subsistencia diaria. Este sentido de protección a los vestigios arqueológicos y de beneficio social lo manejaron admirablemente. Esta forma de trabajo es la que hasta hoy continúa y, sinceramente, espero que los jóvenes que actualmente forman la brigada retomen la estafeta para perpetuar esta honorable tradición, que es reconocida a nivel nacional como ejemplo de dedicación y lealtad al INAH.

Durante muchos años generamos increíbles experiencias, vivencias, y atravesamos situaciones inesperadas. 

Abriendo la caja de recuerdos, les contaré que alrededor de 1990 fuimos a inspeccionar la red hidráulica de la unidad Plan Chac, que fue trazada sobre unos basamentos prehispánicos. Cuando llegamos a Plan Chac con Pedro y Mario nos recibieron los socios de la unidad, que estaban muy molestos y, con machete en mano, nos reclamaron y dijeron que no iban a permitir que se impida la apertura de su unidad agrícola. No puedo repetir aquí los gritos y las palabrotas que en maya y en español nos dijeron para intimidarnos.

Por fortuna, ser capaces de comunicarnos en lengua maya y explicar que lo que buscábamos era una solución al problema, nos salvó de todo lo que pudiera haber ocurrido.

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