Institución de caridad
Con gusto hubiera donado sus glúteos a una institución de caridad para poder caminar tranquila y evitar los toqueteos en los atestados vagones del metro.
Comprobó con disgusto que sus senos seguían creciendo sin perder firmeza. Tenía un cuerpo demasiado pródigo en redondeces. Carne y más carne, ¿hasta dónde iba a parar? […] Con gusto hubiera donado sus glúteos a una institución de caridad para poder caminar tranquila y evitar los toqueteos en los atestados vagones del metro.
Fuente: Del cuento El Orgasmógrafo de Enrique Serna, citado en Revista Leer+, número 63, agosto de 2014, visto el 29 de julio de 2014.
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Yo estoy muy bien, se enorgullece la columna Viernes Cultural, soy perfecta: 90-60-90. Y tú, erotómano de mi vida, ¿cómo lo ves?
Él no hace caso, y la columna Viernes Cultural le grita: Te estoy hablando, erotómano, ¡contesta! ¡Prócer de los viernes! ¡Erotómano!
¿Me hablas?, dice finalmente, pues para tu conocimiento y efectos legales procedentes, a partir de hoy me llamo, “Transcriptor, Institución de Caridad, SCP”.
Y espera, sentado, la donación correspondiente.
De nada… Saludos.