Los amigos

En este México en el que los delincuentes intentan amedrentarnos, existe un reducto en el que estamos protegidos: la amistad.

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Parte de la magia consiste en establecer hora y lugar para la rigurosa reunión mensual.

El resto es ocuparse en lo propio, mantener ambas manos en las riendas conduciendo hacia el destino y observar cómo el tiempo, ente sabio de toda confianza, cumple con su parte acomodando los  minutos y segundos para así avanzar hasta el día de la cita convenida.

Luego, en alegórico desfile, botella de vino bajo el brazo y la cara adornada con amables sonrisa, los amigos se presentan de uno en uno, prodigando abrazos, saludos efusivos y recias palmadas en la espalda.

Rostros que auspician el momento dichoso del reencuentro. Ademanes que diseminan en el ambiente la seguridad de estar protegidos, auspiciando cuatro o más horas de fraterna convivencia.

Anécdotas, chismes subidos de tono, recomendaciones y vaciladas detonan carcajadas cómplices, complemento exacto e indispensable para nuestro regocijo, mientras devoramos las viandas puestas al centro de la mesa en el privado del restaurante Siqueff.

El México de nuestros días está maltrecho por incalificables acciones de malvados, mentirosos, vendepatrias y corruptos empeñados en estropearnos los buenos días con sus bajezas y perversiones.

En su miseria y cobardía de arrastrarse como ratas se imaginan que pueden asustarnos fácilmente, como si fuéramos imberbes chiquitos sin oficio, beneficio o sin las opciones para defendernos cuando se atrevan a amenazarnos y poner en entredicho nuestra integridad.

Es durante estas convivencias solidarias entre camaradas que la confianza fortalece nuestro el corazón al sentirnos soportados por tan buenas manos.

La firmeza de sabernos mucho más que esos desgraciados delincuentes renueva nuestra convicción para hallarnos fuertes, atentos para anteponer a las malsanas ambiciones de los que nunca tienen suficiente los testimonios emanados del apoyo y amistad de estos importantes aliados. Unión que hace fuerza.

Por dichas razones deseo citar a Joan Manuel Serrat, cuando canta:
Mi santa madre me lo decía: “Cuídate mucho, Juanito, de las malas compañías”. Por eso es que a mis amigos los mido con vara rasa y los tengo muy escogidos, son lo mejor de cada casa.

Mis amigos son gente cumplidora que acuden cuando saben que yo espero. Si les roza la muerte disimulan. Que pa’ ellos la amistad es lo primero.

¡Vaya biem!

 

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