Judas de archivo

'Los Jefes deberían ser juzgados por lo que ellos y su gente consiguen y por cómo se sienten sus subordinados durante el proceso'

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Regresando de reciente viaje, durante mi espera en el aeropuerto, me topé con la obra de Robert Sutton, “Buen Jefe, Mal Jefe”, lectura que desde sus primeras páginas me atrapó e invitó a realizar reflexiones  sobre vivencias, triunfos y sinsabores en mis años de ejercicio médico-administrativo.

Antes, quisiera traer a colación dos pasajes de recientes entregas en Milenio Novedades. Recuerdo que hace dos semanas hablé de que nunca falta el frijol en el arroz, cuando de familias hablamos. Rememoré al tío Quique, y la forma en que mi abuelo lo reprendía verbalmente: “Quique, Quique, deja de fregar a tus hermanos y ponte a trabajar”. Por otro lado, hace siete días, reconocí públicamente la madurez y trabajo en equipo del grupo al cual orgullosamente ahora encabezo.

¿Pero qué sucede cuando un sujeto con mente enferma de rencor, envidia y carente de valores y principios se encuentra incrustado en algún “archivo”, buscando la forma de traicionar anónimamente a sus iguales? Pues se iría por el caño el trabajo conjunto y los resultados del binomio buen jefe-subordinado. ¡Claro!, el pagano es el que recibe el servicio.

Ello refuerza uno de los párrafos del libro: “Los Jefes deberían ser juzgados por lo que ellos y su gente consiguen y por cómo se sienten sus subordinados durante el proceso”. Es como el trabajo en equipo de los Leones de Yucatán, lo alcanzado por la mancuerna capitán-jugadores llena de satisfacción a todos. 

Pero, regresando a nuestro análisis y posible forma de detectar y erradicar a las manzanas podridas, te diré cómo identificarlos. Más allá de su imperceptible e invisible rutinario actuar,  generalmente estos personajes tienen doble cara, muestran hipócrita sonrisa por un lado y, por el otro, con grácil cobardía, dejan escapar la ponzoña a través de la verborrea.

Además, se esfuerzan con sinnúmero de mentiras en corromper al grupo, sembrando la discordia. Este otro “tip” podría ayudarte: nunca están solos durante su burdo accionar, se rodean de gente sin escrúpulos y que tiene el mismo bajo perfil laboral.

Amable lector, sólo te puedo decir que hay Judas por doquier, y te entregarán por unas migajas, jactándose del triunfo pírrico. La ceguera moral, más que una enfermedad, se está volviendo nuevo estilo de vida. ¡Ay abuelo, cómo extraño tu sutil reclamo, para que, como al tío Quique, encamines a los pobres de espíritu con abundancia de rencor! 

Cuidado y vayas a caer al estanque, como en la película de  Simon Wincer, “Liberen a Willy”, y no llegue la orca a salvarte. Mejor evita ser parte de la escoria laboral, y súmate al esfuerzo por un mejor futuro colectivo.

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