Como soy tan confiado que nunca ha mandado al diablo las instituciones, supuse que después de aplicar el apagón telefónico así nomás por sus tanates y sin avisar, cual requisa en el SME, los de Telcel, encabezados por Carlos Slim, iban a repartir jugosas recompensas entre la clientela como dictan los cánones de la decencia. Digo, nada que acabara con las finanzas de la empresa, pero al menos un acto de buena voluntad para quienes el sábado experimentamos una suerte de agobio ante la caída del sistema como si Bartlett hubiera estado al frente del territorio Telcel. O sea, unos minutillos de tiempo aire, un descuento en la factura, o una disculpa aunque fuera de dientes para afuera como de la PGR luego de un michoacanazo.

Y es que a eso del mediodía, debido a las quejas ya estridentes de los usuarios, los de Telcel se dignaron a explicar que las fallas no eran de origen, sino producto de maniobras de mantenimiento. Una especie de homenaje al Horror de diciembre. Pero de no haber sido por la presión, no se les hubiera ocurrido siquiera dar una explicación, ya no digamos por la suspensión del servicio a la malagueña, sino por no haber avisado a la población para no agarrarla como al Tigre de Santa Julia.

Si hasta Mondragón y Kalb sacó su Decálogo para las detenciones (al que solo le faltó agregarle el clásico “No grito, no corro, no empujo”), nuestros proveedores de internet y telefonía móvil bien podrían haberle echado un poquito más de ganas a la imaginación y decir que todo fue culpa de los parquímetros de la Condesa, o de que no pasaron las tarjetas Monex de Videgaray, o que todo fue un montaje de García Luna Productions.

Eso sí, los de Telcel hicieron muy bien en no alegar por lo menos que estaban más preocupados por el incierto destino de la estatua del sátrapa de Azerbaiyán que, todo parece indicar, terminará junto al monumento de Fox y el Coloso del Bicentenario, en el oprobio.

Lo mejor de la historia es que ni la Cofetel ni la SCT ni ninguna otra institución relacionada mostró ninguna capacidad de reacción ante el caos y, por supuesto, ningún interés en los afectados, tal y como lo hubiera hecho el IFE en otras materias. Eso sí, cuando dejas de pagar un día, Telcel te trata cual perro de Iztapalapa.

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