La dependencia maligna

Los dependientes generalmente se forman en familias con algún trauma o donde se sobreprotege y no se propicia la autonomía de sus miembros.

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El respeto a la autonomía y a la dignidad de cada quien es un imperativo ético y no un favor.- Paulo Freire, educador y filósofo

Ser “dependiente” en la vida adulta significa no ser uno mismo, no tener opciones, ni actitudes ni comportamientos libres. Cuando la dependencia es emocional, se necesita de la aprobación de otros para poder actuar. El propio estado de ánimo depende del humor o conducta de los demás y se tienen constantes expectativas de cómo se quiere que las otras personas sean y, al no serlo, sobrevienen grandes frustraciones.

Los dependientes generalmente se forman en familias con algún trauma o donde se sobreprotege y no se propicia la autonomía de sus miembros; la dependencia nociva proviene en gran parte de cómo la persona se ve en su relación con el mundo, se considera sin valor en sí misma, necesita recibir ese valor del exterior y vive tratando de que los demás la vean como ella quiere ser vista.  

La dependencia necesaria se da en la niñez, ya que, en esa etapa, es imprescindible. Con el tiempo, vamos siendo autosuficientes y aquella dependencia total va disminuyendo para dar lugar a la libertad. Cuando el adulto se queda en la dependencia, le es más fácil ser “seguidor” que “líder” y prefiere no ser responsable de sus acciones y decisiones. 

Igualmente, se es dependiente cuando la “felicidad” de otros es más importante que la propia y se permite que los demás tomen las decisiones que corresponden únicamente a uno mismo. Complacer a otra persona y luego exigirle lo que nos debe es también una forma de dependencia. No nos volvemos dependientes de un día para otro, se necesita tiempo para enseñar a otros a dominarnos y a tratarnos como si ellos se merecieran todo y nosotros nada.  

El enojo reprimido parece no existir, pero ahí está, detrás de una cara indiferente o de una sonrisa estudiada. La negación del enojo alimenta la depresión. Lo peor de todo, es que al existir esos sentimientos negativos aplastan los positivos, como el gozo y el amor. Se ha podido comprobar que aun eligiendo ser “dependiente” se acumula coraje y resentimiento contra la persona de la que se depende.

Conforme crecemos y logramos hacer contacto interior, descubrimos nuestra individualidad, nuestra autonomía. Se puede ser uno mismo sin perjudicar a los demás ya que el diseño de cada quien es único e irrepetible, por eso: ¡VIVAN LAS DIFERENCIAS Y LA COMPLEMENTARIEDAD! La libertad de ser es la respuesta para vivir en plenitud.

¡Ánimo! hay que aprender a vivir.

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