La desgracia del PAN

Los panistas asumieron, reprodujeron y ampliaron las peores porquerías que durante décadas caracterizaron a los gobiernos del PRI.

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El único partido político que funcionaba como partido en México era el de Acción Nacional. El PAN sin duda era un ejemplo para cualquier organización ciudadana y eso, por desgracia, ya se acabó.

La organización interna y la capacidad de los panistas para resolver las controversias internas y mantener la unidad era una de su fortalezas ejemplares; su debate y la definición de línea política era impecable, pues tras discutir tenían la capacidad de convertir en realidad las conclusiones de su debate.

Eso sí, nunca los panistas han llegado a tener la luminosidad, entrega y vocación social de la izquierda mexicana, pero superaron con mucho a los comunistas, socialistas y socialdemócratas en su capacidad para insertarse en el nuevo entramado democrático mexicano y convertirse en gobierno.

Pero eso se acabó con los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón, quienes convirtieron a Acción Nacional en el batidillo que hoy vergonzosamente exhiben ante la opinión pública mexicana.

En lugar de renovar la política mexicana y cambiar radicalmente sus usos y costumbres, los panistas asimilaron a plenitud la podredumbre que les heredó el priismo que dijeron combatir y prometieron erradicar. Ese es el gran pecado con el que mancharon Fox y Calderón la transición política mexicana.

En resumen, el PAN no tuvo la imaginación, talento y grandeza para ser un gobierno democrático acompañado por un partido igualmente democrático. Los panistas asumieron, reprodujeron y ampliaron las peores porquerías que durante décadas caracterizaron a los gobiernos del PRI.

El resumen de esa incapacidad es el sainete que protagonizaron el presidente del PAN y el defenestrado Ernesto Cordero en su disputa por la coordinación panista en el Senado.

El Partido Acción Nacional hoy está partido en dos grupos absolutamente incapaces de devolverle su vocación como partido político cuidadano y no se ve que el triunfo de alguno le dé viabilidad como fuerza partidista.

El priismo y su expresión peñista en el poder están de lo más tranquilos frente a los comicios estatales que se celebrarán este año en 14 estados y mucho más frente a las elecciones federales intermedias de 2015.

La oposición política mexicana está en uno de sus peores momentos. La izquierda está podrida y pervertida por el síndrome lopezobradorista y la derecha está dividida en su esencia. Lo que le espera a la trama política nacional es una reedición de la lucha de anulación que hemos vivido los mexicanos desde el zedillismo. ¡Carajo, qué jodidos estamos!

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