Uno de los colaboradores de la escuela U Yits Ka’an, don Antonio Mukul, j’men o sacerdote maya del pueblo de Maní, narró la esencia medular relacionada con las semillas nativas; nos dice que  tienen “vida en su interior”, ya que, las veces que se siembran, vuelven a germinar y se multiplican, a diferencia de las nuevas semillas que se venden en el mercado, ya que éstas, después de cosecharlas, no se pueden volver a sembrar. 

Para el mundo indígena y mesoamericano todas las cosas tienen “alma y/o espíritu” y por ende son sujetos de respeto y veneración. Reconocer y aceptar que las semillas tienen vida nos conduce a una nueva relación con ellas.

Esta filosofía que nos comparte don Antonio marcó el camino que los conduce hacia una conciencia, cada vez más clara, de trabajar por el rescate y la defensa de las semillas nativas y/o criollas. 

Nos comenta Atilano Ceballos Loeza, director de U Yits Ka’an, que un grupo de expertos colaboradores suyos se unió para iniciar un camino que dejara una gran huella y haga frente a las agresivas campañas de las multinacionales propietarias de las semillas genéticamente modificadas. 

La evolución misma que ha vivido la Escuela de Maní durante estas dos décadas nos ha llevado a compromisos para resguardar, rescatar, seleccionar e intercambiar semillas criollas, de tal manera que estén en manos de los campesinos y campesinas agroecológicos.

 Incluso, algunos campesinos, como Marcelo León, han practicado satisfactoriamente métodos de mejoramiento de semilla nativa de maíz a través de la polinización controlada.

A pesar de haberse emitido en México la Ley de las Semillas, en la que se obliga a registrar las semillas criollas a los campesinos/as del país, muchas organizaciones de la sociedad civil se oponen a esa ley.

Todo ha contribuido para que la emergencia del papel protagónico de estas semillas y nuestra conciencia en torno a ellas vaya creciendo cada vez más.