La estatura moral del papa

Este hombre de 86 años ha demostrado que en este mundo la Iglesia no debe esconderse.

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Ha causado conmoción  en todo el mundo la renuncia del Papa Benedicto XVI. No es para menos, pues se trata del líder espiritual de más de 1,300 millones de seres humanos que profesamos la fe católica.

Sin duda su dimisión dará pie para que algunos que no profesan esta fe o son expertos en maquinaciones tengan material suficiente para novelas de conspiraciones, motivos ocultos e intrigas que les reditúen fama y bienestar económico. Por el contrario, para los católicos y para quienes no siéndolo tienen en alto los valores del espíritu debe ser motivo de profunda reflexión y de esperanza.

El papa Benedicto XVI ha realizado una labor de ordenamiento en el interior de la Iglesia y de dar claridad a la fe católica para un mundo que a gritos pide algo valioso en que creer.

Poseedor de una erudición pocas veces vista en los últimos siglos, este hombre de 86 años ha demostrado que en este mundo cuyo signo es la complejidad, la Iglesia no debe esconderse y que la fe puede y debe ser explicada, porque es racional. Ha demostrado también que, si bien la Iglesia debe ser moderna, no lo será en el abandono de sus convicciones y de sus principios sino que, por el contrario, sólo con base en esos principios y convicciones puede dar respuestas certeras a los nuevos problemas de la humanidad.

De hecho, su renuncia es enseñanza. ¿Quién duda que el trono pontificio, además de ser liderazgo espiritual, es un poder terrenal? En un mundo egoísta en el que no pocos líderes se aferran al poder material, el papa Ratzinger nos enseña con su dimisión la estatura moral de un hombre que reconoce con claridad que física o mentalmente ya no se tienen las mejores aptitudes para ejercer el cargo. Y lo hace no huyendo del peligro, sino en la serenidad de la reflexión.

Sin duda, un hombre de edad avanzada como lo es él nos demuestra que la Iglesia necesita seguir siendo maestra de vida y luz del mundo.

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