La excelencia es un hábito

Los buenos hábitos que se adquieren se traducen en modelo de vida permanente y son evidentes en actos cotidianos.

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En su columna "Me pongo el hábito", (Milenio Novedades 17-I-2016) David Ricardo Ojeda, futuro médico y joven mago, me dejó intrigado. Según él, en 1960 el cirujano plástico Maxwell Maltx publicó en un libro que un hábito se creaba al repetir una acción durante 21 días, y que la Dra. Jane Wardle dijo que realmente se necesitan 66 días para que una acción pueda volverse un hábito y durar años.

Al respecto, William James (1842-1910), uno de los padres de la psicología moderna y gran difusor del pragmatismo como corriente filosófica, escribió en 1887 el artículo “Habit” (El hábito), en el que distinguió los hábitos en instintos y costumbres. Los primeros, dijo, eran de origen genético, mientras que los segundos eran aprendidos y se adquirían por educación o adiestramiento. 

James precisó que las funciones inferiores se ocupan del comportamiento automático, y las superiores de los procesos intelectuales exclusivamente humanos. Por cierto, a él se le atribuye la idea de que son necesarias tres semanas (21 días) para que un nuevo hábito pase a formar parte de nuestra vida.

Esos postulados me remontaron a las escuelas militares donde, por lo general, en una semana los hábitos (repetición de actos rutinarios) se convierten en disciplina, primordial en las instituciones castrenses. Aunque no hay que olvidar que esos hábitos en los cuarteles se imponen y su incumplimiento tienen como consecuencia los correctivos disciplinarios.

De acuerdo en que ejemplificamos con el extremo, pero déjeme decirle que los buenos hábitos que se adquieren en las fuerzas armadas –y/o en casa, por supuesto– se traducen en modelo de vida permanente, y son evidentes en actos cotidianos como la limpieza, el corte de pelo, el aseo del calzado, el respeto, la puntualidad y la responsabilidad. 

Ya lo dijo Aristóteles: "Somos el resultado de lo que hacemos repetidamente. La excelencia entonces, no es un acto, sino un hábito".

Anexo “1”

Escuelas militarizadas

Los buenos hábitos que se convierten en disciplina y modo de vida también se aprenden en las escuelas militarizadas, en donde  los padres comienzan a notar un cambio sustancial en la conducta de sus hijos en unos 30 días, con sus excepciones, porque hay quienes tienen un concepto erroneo de esos planteles y los ven como correccionales para que logren lo que no les inculcaron en casa, comenzando por el respeto.

Hoy –quizás signo de los tiempos–, esas escuelas militarizadas han cobrado auge en todo el país, pues ofrecen una buena alternativa para educar con disciplina y valores a niñas y niños para forjar a los futuros líderes que requiere el país.     

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En Mérida, el Instituto Militarizado del Sureste ofrece educación en niveles Primaria, Secundaria y Bachillerato. Puede consultar: https://www.facebook.com/Instituto.Militarizado?fref=ts

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