La falsa imparcialidad

Cuando internet abrió las puertas de la información para todo el mundo, los usuarios descubrimos que tal caudal era abrumador

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Cuando internet abrió las puertas de la información para todo el mundo, los usuarios descubrimos que tal caudal era abrumador. De no tener más que unas cuantas palabras, teníamos todos los puntos de vista a nuestro alcance, creando así la nueva necesidad digital de clasificar la información. 

Controlado el caudal de datos, los usuarios encontramos más sencillo entender las noticias y acontecimientos, bajo la egida de nuestro gusto e intereses, sin embargo, al hacerlo sacrificamos nuestra imparcialidad. 

Twitter y Facebook no son imparciales, y muchos menos, parciales. Son únicamente plataformas de comunicación alimentadas por los usuarios, por tanto, es incorrecto decir que tal o cual red social “tundió”, “expresó”, “repudió” o “apoyó” cualquier tema, pues esto es únicamente una visión parcial construida a base de los filtros de nuestro “timeline”.

Esta visión no atañe únicamente a los hechos noticiosos, pues también en nuestra vida digital nos movemos en torno a nuestros preceptos y fobias muy personales, que a la larga, sesgan nuestra visión del mundo y nos quitan el intento de imparcialidad que pretendemos dar a nuestra publicaciones. Con esto no acusamos a nadie de fanatismo, al contrario, ponemos de manifiesto que la imparcialidad a ultranza no existe, y por ende, tampoco la parcialidad. 

Una visión más existencialista de las redes sociales haría que nosotros, sus usuarios, comprendamos nuevamente su existencia y para qué la usamos. Al darnos cuenta de que no existe la imparcialidad ni la equidad per se, entenderíamos que aquél usuario al que criticamos porque no piensa como nosotros, es simplemente otra persona haciendo uso de su libre expresión, y que, si tanto nos molesta, lo podemos eliminar del “timeline”, sin que eso nos convierta en ogros oscurantistas. 

Desafortunadamente nuestra naturaleza digital no va por ese lado. Las redes sociales, como mencionamos, no son nada más que un medio para expresarse, y por ello hoy en día es fácil encontrar millones de visiones del mundo para las que no estamos preparados, ya no para entender, ni siquiera para tolerar. La realidad de internet no es más que un reflejo de la nuestra, y por ello, no debemos considerar a la web como una “aliada” o “enemiga” de nuestra visión del mundo, pues a fin de cuentas, sólo le damos “like” a lo que queremos que sea verdad. 

Una nueva “robolución”

Cada revolución o cambio de gobierno se ha amparado bajo las mismas banderas a pesar de sus disímbolos y anacrónicos personajes. Desde Juárez a Zapata, de Miramón a Obregón, la pobreza, el hambre y la justicia han sido los reclamos que justifican sus acciones democráticas… y otras no tanto. Y el que llega, impone su visión al país importándole muy poco lo que piense el otro sector derrotado en la revuelta, y por ende, carente de voz y voto en la decisión. Una “tiranía de la mayoría”.

Este es un verdadero problema social en nuestro país: engolosinarnos. La idolatría que nos tiene desde hace más de doscientos años alejados de la modernidad y el progreso social, la necesidad de "ser los buenos", en lugar de "hacer el bien". Las huestes en disputa, sea en la realidad o en el mundo digital, no se dedican a sembrar entendimiento, sino a exigir voluntades y cabezas, y cuando no lo obtienen, ¡sorpresa! El adalid se transforma en indeseado. 

Recordemos que Roma no se hizo en un día, y que seis años no alcanzan para responder con las expectativas, aunque sí, para dar cumplimento a las promesas. 

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