La próxima semana la familia mexicana celebra el Día del Padre, un mes después de celebrar con gozo a nuestras madres, pero quizá esta conceptualización del núcleo familiar pueda cambiar. El gobierno dice que se pueden tener dos papás o dos mamás, el hombre de nuevo trata de ir sobre la naturaleza; ya no habrá papá, ya no habrá mamá, sólo serán personas del mismo sexo que adquieren por convenio de adopción la satisfacción de sus deseos. Lo natural es lo que la fisiología permite y ésta consiente que tenga una figura paterna y materna para guiar mis pensamientos, acrecentar mis sueños y librar mis miedos; hasta los hijos de padres solteros tienen ambas. Los niños no tienen derecho a tener padre y madre, los tienen como concepción de realidad; el derecho, en mi opinión, se encuentra en no privarlos de esta autenticidad para satisfacer intereses ideológicos. La naturaleza lo respalda: el hombre es padre, la mujer madre, y son papeles esenciales, insustituibles y diferentes. No se trata de proteger sentimientos heterosexuales ni moralistas, es proteger la verdad: la transmisión de la vida en el seno de la familia. 

Escribo con respeto, porque frente a las preferencias no tengo contras y la unión por amor siempre es mágica, pero no caigamos en un falso debate: lo imprescindible no se encuentra en un contrato o en pensar que para pertenecer a la sociedad se tiene que tener un hijo, pues eso lleva al egoísmo; la vida nace de una familia, no del 'qué dirán'. Primero abramos un campo de investigación científica y trascendental sobre esta adopción, que sea lo palpable lo que nos dé palabra y designe el significado de la familia mexicana y ya después sabremos qué es lo correcto. Gracias papá por cada alegría, sonrisa y enseñanza;  por ser mi familia verdadera, feliz Día del Padre.