La fuerza de la unión

Don César y doña Lencha, no obstante su humildad y sencillez, siempre supieron inculcar en sus hijos amor, respeto, unión, ayuda, valores y principios.

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El 12/10/2012, publiqué aquí el artículo “Pensión por los hijos” y le narraba la historia de don César y doña Lencha, quienes en su vejez disfrutan hoy día de una pensión por sus hijos, pues don César, durante su vida laboral, por su ignorancia, su necesidad y la voracidad de sus patrones, no generó derechos pensionarios. 

Le comentaba también que don César y doña Lencha, no obstante su humildad y sencillez, siempre supieron inculcar en sus hijos amor, respeto, unión, ayuda, valores y principios.

Recientemente me escribe de nuevo don César y me platica que el esposo de una de sus hijas requirió de tratamiento intrahospitalario, por padecimientos que cuatro días después provocaron su fallecimiento. 

Me comenta también que, desde el primer momento, los ocho hermanos se hicieron presentes y contribuyeron conforme a sus posibilidades para solventar el tratamiento del cuñado, y los posteriores gastos de sepelio, deudas y compromisos económicos, que nunca faltan en toda familia.

Agrega don César que, para el día del sepelio, ya estaban presentes todos los hermanos y uno de ellos, en el camposanto, toma la palabra y agradece a los concurrentes sus muestras de afecto y solidaridad, y en breves pero emotivas palabras les expresó que “hemos sepultado el cuerpo de nuestro cuñado, amigo, compañero de trabajo, padre e hijo ejemplar, pero su memoria siempre perdurará en nuestro recuerdo y corazón, pues Juan siempre supo ganarse el cariño, respeto, aceptación y  admiración de toda persona que con él trató”.

Pero nos dice don César que la gran lección de vida se dio ese mismo día, cuando por convocatoria de él y doña Lencha, se reúnen los nueve hermanos para analizar la situación en la que queda la hija, a partir de ese momento.

La hermana narra los pormenores de su circunstancia y en común, como pocas veces se ve en la vida, se tomaron los acuerdos y se programaron las acciones que correspondían, priorizando la atención a cada detalle, discutiendo y conviniendo siempre, en forma muy fraternal, lo más conducente, dadas las circunstancias.

Lo más admirable, concluye don César, es que esa reunión quedará marcada de por vida en nuestros corazones y es, entre otras muestras de cariño, respeto y acciones, la mayor satisfacción que como padres podamos tener a nuestros ya más de ochenta años de vida.

Lo narrado me ha conmovido de tal manera que no quise dejar pasar la oportunidad para compartírselo; estoy convencido que acciones como las de don César, doña Lencha y sus nueve hijos son ejemplo a seguir; por el bien de todos, necesitamos de un mejor México y sociedad; y fortalecer el valor de la familia; me gustaría recibir su historia, envíemela a [email protected].

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