La ignorancia digital

Hace algunas campañas, cierto aspirante solicitó a un experto en “social media” un plan de trabajo para crear su plataforma en redes sociales...

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Hace algunas campañas, cierto aspirante solicitó a un experto en “social media” un plan de trabajo para crear su plataforma en redes sociales. Éste presentó un cronograma y tiempos estimados para hacer de su cuenta en Twitter un referente político local, usando únicamente métodos reales y usuarios “orgánicos” –los de verdad-… el aspirante rechazó el plan  y preguntó, bien quitado de la pena, cómo podía tener su cuenta “como la de diputado ‘x’”, pues según éste, era muy exitosa porque tenía “miles de seguidores que repiten sus ‘tweets’”.  Huelga decir que no hubo contrato, y que el aspirante sigue por ahí, intentando, pero jamás logrando, la ansiada candidatura.

Esta anécdota, tal real y verdadera como la discreción lo permite, ejemplifica como ninguna otra la realidad de la política mexicana en las redes sociales; y hoy más que nunca, con el inicio de las campañas electorales, nos da una idea de que, quienes buscan el voto digital, no saben siquiera cómo funciona la red de redes. 

La lógica digital no parece hacer mella en la vieja estructura de los aspirantes partidistas. Bajo la óptica del antiguo régimen que aún nos rige, un candidato ve a internet como un espacio más, con tan poca consideración, que se le hace fácil llenarlo con “basura electoral”, entiéndase esto como mensajes “huecos”, fotos propagandísticas de sus boletines de prensa y mínima interacción con los usuarios. 

Esto tiene varios enfoques, pero el más evidente es que para los políticos, la campaña aún se compone de promesas que saben muy bien que no van a cumplir, pero que, como las palabras se las lleva el viento, pueden decir cuánto deseen sin ton ni son, pues ninguno de los presentes en los mítines o recorridos, les pedirá cuentas, pues nunca regresarán a la casa o comercio del ciudadano a quien le dieron la mano. 

Sin embargo, un “tweet”, aunque puede ser borrado, no desaparece de la red tan fácilmente: un “pantallazo”, “retweet”, “me gusta” o “favoriteo”, riegan como la pólvora los compromisos del momento, y cual un boomerang, traerá de vuelta las promesas incumplidas en el momento justo para beneficiar o causar daño… y frecuentemente es para esto último. 

Los aspirantes en el Estado –y en todo el país-, muestran sus reservas respecto a las redes sociales porque, aunque tengan a su disposición “hordas” de seguidores y asesores que manejan sus cuentas, su poder de control no pasa de unos cuantos “hashtags” bloqueados o promovidos. Saben que sus promesas de 140 caracteres pueden marcar el rumbo de su campaña por los caminos más inesperados, a diferencia de visitar una colonia, con foto y show mediático incluido, siempre a su conveniencia y con las consecuencias controladas, situación que no sucede con internet.   

Ante esto, es evidente que Twitter y Facebook no forman parte de la estrategia electoral de los aspirantes mexicanos, pues tanto en forma y fondo, son tomados como una extensión de las campañas tradicionales, y no como una manera de comunicarse “directamente” con el sentir de los electores, en parte por la ignorancia digital que cunde entre los políticos, y en otra, por la falta de verdaderas intenciones de fomentar el contacto con los votantes. 

Cierto que un “tweet” no es lo mismo que votar, pero en el contexto adecuado, sí es tan válido como una promesa de campaña. Y eso es lo que asusta a los políticos.

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