La marca de la basura

La caída del PRI fue la coyuntura perfecta para que Cuauhtémoc Gutiérrez mantuviera durante casi 17 años una política de violencia y chantaje.

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El escándalo de abuso sexual y laboral en el que está involucrado Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, hoy ex presidente del PRI del Distrito Federal, es un capítulo más de la larga historia de excesos, atropellos e impunidad en la que este impresentable personaje ha estado involucrado junto con sus seguidores a lo largo de su trayectoria.

El encumbramiento del también conocido como Príncipe de la Basura (por ser heredero del fallecido líder de la Unión de Pepenadores del DF) solo es explicable ante las sucesivas derrotas del PRI en 1997 en la Ciudad de México frente al PRD y en 2000 en la Presidencia de la República ante el PAN. Con un presidente priista y seguidos de los usos y costumbres de la clase política tricolor, Gutiérrez de la Torre nunca hubiera alcanzado un puesto dirigente como el que hasta hace unos días ostentaba.

Pero la caída del PRI fue la coyuntura perfecta para que este sujeto mantuviera durante casi 17 años una política de violencia y chantaje que le permitió hacerse de diputaciones y cargos partidistas para él, su familia y su cercano grupo de golpeadores, entre los que destaca Christian Vargas, mejor conocido como el Dipuhooligan.

Durante 15 años, Gutiérrez de la Torre utilizó la fuerza para impedir que se conformara una dirigencia en el Consejo Directivo del PRI del Distrito Federal y finalmente logró hacerse dirigente del priismo capitalino, pasando por encima de personalidades de amplia trayectoria como Roberto Campa Cifrián, Beatriz Paredes, María los Ángeles Moreno, Manuel Jiménez Guzmán y Rosario Guerra, a quien hace menos de tres años sus huestes mandaron al hospital por el simple hecho de pretender inscribirse como consejera política de este partido.

Hoy el también conocido como Diputado Basuritas es exhibido nuevamente en una de sus facetas más conocidas, que es la de aprovecharse de las edecanes que están en la nómina del PRI capitalino para abusar sexualmente de ellas. Sin embargo, por las características del propio personaje y de sus víctimas será muy complicado que las investigaciones rindan frutos y haya sanción para los culpables. 

El único castigo posible es el de la condena política y el desprecio social de un seudopolítico que no tiene cabida en el PRI moderno y renovado que pregonan el presidente Enrique Peña Nieto y el líder de ese partido, César Camacho Quiroz.

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