La marea roja

La contaminación visual aumenta en la ciudad, donde la pelea por ganar espacios publicitarios conlleva la proliferación de anuncios ilegales y al abuso de la normativa vigente.

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En anteriores CALEIDOSCOPIOS he comentado con ustedes varios tipos de contaminación: la auditiva, la del aire, de la basura, entre otras, pero hoy, luego de un recorrido a bordo de un camión urbano de esos que tardan dos horas y dan todas las vueltas del mundo, pude comprobar la gran contaminación visual que ya tenemos en Mérida, de manera más marcada en el centro y avenidas importantes. 

La contaminación visual es aquella que entra por nuestros ojos y en ocasiones se torna agresiva, dicho tipo de contaminación surge a partir de una evolución natural de los medios de comunicación, especialmente de índole comercial, objetos visuales que  reflejan una sociedad con un régimen de competencia comercial, donde poco a poco y de manera desordenada los mensajes publicitarios se van multiplicando, superponiendo, hasta alcanzar una manifestación que se torna caótica y saturada de objetos visuales que se colocan en los espacios públicos. 

La contaminación visual publicitaria se agrava en tiempos de crisis económica, donde la reducción del mercado y la pelea por ganar espacios publicitarios conlleva la proliferación de anuncios ilegales y al abuso de la normativa vigente. 

A todas luces y a la vista de todos podemos ver un sinnúmero de anuncios espectaculares, carteleras callejeras y hasta las famosas bardas “publicitarias” que ya inundan nuestra bella capital yucateca. 

La contaminación visual urbana es un fenómeno de polución de características singulares, debido a que no se transmite a través de un vector sobre el que se pueda actuar. 

Por lo tanto, el trabajo de las autoridades debe orientarse principalmente hacia su origen, es decir, la descontrolada proliferación de este tipo de publicidad. 

Es por ello que la solución a esta problemática debe basarse, principalmente, en un adecuado marco normativo, y en un eficiente ejercicio del poder de la autoridad municipal, que tienda a proteger a los habitantes y al patrimonio arquitectónico de los indiscriminados ataques de la cultura del consumismo y la competencia por el deprimido mercado local, que se manifiesta en una superposición permanente de anuncios de dudosa legalidad y, en muchos casos, de un igualmente dudoso gusto. 

Para el caso de esta ciudad existe un reglamento de anuncios e imagen publicitaria del municipio de Mérida, y la promoción de su cumplimiento corresponde al Ayuntamiento. 

Espero que en breve podamos ser testigos de una corrección de la indiscriminada colocación de anuncios espectaculares y tengamos una Mérida más limpia y más segura.

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