Un par de veces me he quedado en la puerta del Maximo Bistrot, un restaurante de no más de 15 mesas en la colonia Roma. Es difícil entrar sin reservación. Pero siempre, como comensal o recibiendo la mala noticia de que no hay lugar, el trato ha sido estupendo.

Lo digo no tanto por el incidente de Andrea Benítez (la hija de Humberto Benítez Treviño, el procurador federal del Consumidor), el viernes afuera del Maximo, sino porque hace unos días comenzó a circular, por fin, la guía Zagat de restaurantes de la Ciudad de México, y el Maximo aparece como el número uno en calidad de comida.

Son pocos los restaurantes que alcanzan una puntuación de 28 en comida en las guías Zagat de Nueva York, París, Londres, San Francisco. El único de la Ciudad de México es el Maximo.

Para normar criterio: el Jaso y el Pujol marcan 27. El Rosetta, The Palm y el Suntory, 26. El Nobu, el Contramar y El Cardenal 25. Au Pied de Cochon, 24.

Dice el resumen de Zagat: “El máximo ejemplo de lo que un restaurante de barrio debería ser. Esta delicia sirve un menú que cambia a diario, diseñado por el renombrado chef Eduardo García, que transforma ingredientes frescos, adquiridos de productores locales en comida impecable. El mobiliario creado artesanalmente, así como la decoración complementan esta experiencia única”.

Pésimo tino el de Andrea Benítez, #Lady Profeco. El restaurante al que ordenó mandar tres inspectores para que lo clausuraran porque no le dieron mesa de inmediato es, justamente, el que ofrece la mejor comida de la capital a precios muy razonables.

Suculenta oportunidad para castigar la mexicanísima, chilanguísima cultura del ¡qué no sabes quién soy, p... !