'La mirada oscura'

Este tipo de personas parece especialmente especializada en encontrar el error, lo condenable, lo inútil o de plano lo francamente impropio...

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Existe un muy particular tipo de seres humanos, son aquellos que se distinguen por tener lo que yo llamo “la mirada oscura”, este tipo de personas parece especialmente especializada en encontrar el error, lo condenable, lo inútil o de plano lo francamente impropio, tanto en las personas que lo rodean como en las situaciones u objetos que pasan a ser escrutados por su vista. Pareciera que son personas predestinadas para que, ante cada solución, puedan encontrar inmediatamente un problema, ante cada propuesta una debilidad, en toda intención que se presente algo condenable o lo suficientemente errado para ser descartado de inmediato.

Podemos toparnos con este tipo de personas en todos los ámbitos de la vida, tanto en un padre de familia como en un cónyuge, un maestro especialista en encontrar el negrito en el arroz, un político, un encargado de una oficina y en general a través de una muy amplia geografía de ámbitos en los que se desenvuelvan los seres humanos; pareciera que la negatividad en la mirada no encuentra límites ante los ojos escrutadores de aquellos que parecen encontrar el significado de su vida en desacreditar tanto las propuestas como los pensamientos y en general la propia existencia de quienes son distintos a ellos.

Triste realidad esta que se proyecta a través de las vivencias de nuestros días, en donde nos podemos ir dando de topes ante la mirada obtusa y condenatoria de quien así ha decidido observar el mundo, reduciendo la riqueza de la diversidad humana a una serie concatenada de descalificaciones, propias de quien no solamente no comprende, sino definitivamente no quiere comprender que pueden existir razones fundamentadas contrarias a sus percepciones e ideas.  

El efecto que una mirada de este tipo produce en el mundo que nos rodea es francamente catastrófico; imaginen las consecuencias de un padre de familia que se destaca por encontrar con una prontitud a toda prueba todas aquellas fallas y defectos que sea posible encontrar en la vivencia de cada uno de los días de la vida de sus hijos.

Tristísimo resultado ha de esperarse de quien vive reforzando en sus hijos lo que encuentra de fallido y de erróneo, los acaba orillando inconscientemente al error; ante la programación reiterada con la cual asegura a sus hijos que sus ideas, decisiones y propuestas son siempre fallidas, los conducirá al fracaso.

Esta actitud será la prueba de la negativa programación que podemos ejercer sobre los demás cuando, después de afirmar de ellos que son tontos, repitiendo esta malsana afirmación día tras día, acabaremos conduciendo a nuestros hijos al cumplimiento de la profecía y haremos de ellos unos tontos por la insistente programación a la que los hemos sometido.

Para mayor mal, esta situación no es privativa de la familia, ya que el mismo caso con tan nefastos resultados los puede producir un maestro ante su alumno, un superior ante su subordinado, un sacerdote ante su feligrés, un entrenador ante algún jugador de su equipo y en general a través de casi todos los posibles escenarios de la actividad humana.

Quienes así proceden olvidan una regla básica: no es posible construir una casa sobre la arena, sino es necesario edificarla sobre la roca firme; es absolutamente imposible construir algo positivo partiendo de los defectos y carencias de la persona. Si el maestro, sacerdote o cualquier otro quiere en realidad contribuir a la construcción de algo positivo, es a través de la detección de las fortalezas y potencializando estas mismas como se puede impulsar el desarrollo humano de quienes nos rodean, de la misma manera que uno mismo no puede esperar superar los desafíos que enfrenta basado en sus defectos, sino, por el contrario, potencializando sus virtudes.

Esta actitud condenatoria presta un muy flaco servicio al desarrollo humano personal y de quienes nos rodean, parece convencer al observador de que quienes lo rodean se encuentran irremediablemente condenados al fracaso y corta los puentes de comunicación y de productivas alianzas entre los seres humanos.

Quien se encuentra determinado a encontrar el error, irremediablemente será lo que encuentre, quien decida con una sana actitud encontrar en el otro toda la riqueza que como ser humano tiene para ofrecer, será precisamente lo que encuentre; cada uno de nosotros tiene ante sí la libertad de decidir qué es lo que desea encontrar.

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