La noche lleva su nombre

Tengo ganas de que la noche nos devore, como siempre, como casi siempre con destellos de imprudencia.

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A veces el silencio lleva su nombre y a veces simplemente lo llevo sobre la piel, esta noche se vuelve innombrable mientras hace de mis malos hábitos mis mejores manías, esa necesidad absurda de besarlo, de aprisionarlo utilizando nada más que la lujuria y el placer.

Tengo ganas de que la noche nos devore, como siempre, como casi siempre con destellos de imprudencia,  con un toque de perfección, con un roce de pasión.

A veces me dedica un segundo mientras yo le dedico dos, cautivada por su voz sin palabras, hipnotizada con ese encanto recurrente cuando nos quedamos a solas mientras me hace caer bajo su sombra.

Antes de pronunciar nada, vuelvo el momento eterno, inmortalizando el tiempo sobre su cuerpo, con besos que huyen de mis labios para quedarse sobre él.

Y dejo que se apropie de mí una vez más, deshaciéndose para siempre de mi ingenuidad y consumiéndome, devorándome, como el lobo feroz de los cuentos de hadas, que me advierte una vez más, mientras le miro tan enamorada como siempre, dejando que la necesidad se apodere de mí y callándole de la manera más infinita.

Hay noches en las que la oscuridad lleva su nombre, hay momentos en que es el amor quien lleva su nombre, pero cuando el silencio se escapa de nuestros labios, soy yo quien lo lleva sobre la piel.

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