La participación ciudadana

La participación ciudadana es una expresión cotidiana en el quehacer político de la gestión municipal.

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La semana pasada nos referíamos a la importancia de hacer de Mérida una ciudad participativa, una ciudad en la que la participación ciudadana en la definición de las políticas públicas en todos los órdenes del desarrollo permita avanzar hacia la consolidación de una ciudad comprometida con el perfeccionamiento de la verdadera democracia.

La participación ciudadana es una expresión cotidiana en el quehacer político de la gestión municipal; sin embargo, estas son dos palabras cargadas de potencialidades, que deben ser bien entendidas y aprovechadas, en la construcción del bien común y, especialmente, la felicidad; es común escuchar decir que los problemas de las ciudades tienen un sencilla solución: definir los programas de desarrollo, en todos los ámbitos, escuchando a la gente.

La verdadera y honesta participación ciudadana suele ser el gran complemento a la buena conducción de la gestión municipal, como lo demuestran resultados de procesos participativos en muchas ciudades, muchos de ellos de la mano de planes estratégicos emanados de la sociedad, que generalmente conducen a escenarios más justos y deseables, que los definidos unilateralmente por un equipo de especialistas.

Pero la participación ciudadana no es una garantía por sí sola, ya que una sociedad fragmentada e inequitativa puede revelar en sus opiniones las profundas diferencias en la condición y la calidad de vida de los ciudadanos, condiciones que deben ser las primeras que se deben resolver con la participación equitativa, en un proceso que en sus primeras etapas podrá dejar a gente insatisfecha, a la que habrá que escuchar para ir corrigiendo el camino. Lo importante no es sólo la forma, sino el contenido y los resultados.

¿Y cómo puede participar la ciudadanía? Con un permanente acompañamiento consultivo a las autoridades elegidas, proceso que normalmente se da a través de las organizaciones de la sociedad civil, pero los intereses que representan no son todos los que existen en la sociedad, y en ocasiones sus portavoces no representan suficientemente a todos sus miembros. Es aquí donde es necesaria la verdadera participación democrática, cuyos cómos, cuándos y porqués abordaremos las próximas semanas.

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