Los dispositivos móviles y el cada vez mayor acceso a las redes sociales nos están creando la idea de que todo pasa en otro lugar diferente al que estamos, es así como el fenómeno del “phubbing” (de “phone”: teléfono y “snubbing”: desaire, desprecio) cobra fuerza en Yucatán.

El “phubbing” es ignorar al que se tenga (y lo que se tenga) enfrente por estar “conectados”. Como en la película “Matrix”, nos virtualizamos al fin; el medio nos permite llevar dos vidas paralelas, estar en dos lugares al mismo tiempo, pero sin estar en ninguno.

Nos convertimos en seres más sociales (virtualmente hablando), pero a la vez menos, hacemos a un lado la realidad física con nuestras parejas, papás, hijos, hermanos y hasta nuestras amistades, por nuestro nuevo descubrimiento, que tarde que temprano nos vuelve adictos, con todo lo que la enfermedad implica.

Nuestros teléfonos, como “almohadas”, son lo último que vemos antes de dormir y lo primero al despertar; buscamos con desesperación lo nuevo en las redes, los codiciados “likes” (me gusta) o el “retwitt” que representan la aprobación de que lo que pensamos es lo correcto, y que los demás sienten como uno, que no estamos solos. 

También emprendemos linchamientos contra aquel que no comparta o que se salga de los cánones. Creemos que hacemos la “revolución” para cambiar el planeta, desde la computadora, aunque sea en el campo de las ideas. 

Dejamos de comer rico y convivir y platicar en los restaurantes, para ahora sólo tomar fotos a los alimentos y al lugar, para antojárselo y presumir a alguien más. Nos aseguramos de llevar la perfecta vida virtual.

El resto de nuestros días revisaremos cada 15 minutos las redes sociales, según dicen las encuestas, que lo más probable es que estén equivocadas y sea cada 5 o cada 1.   

Ya no tenemos miedo de morir en un choque o atropellados revisando el celular, porque estamos dejando nuestro legado…