La princesa que vino del este

Elena Poniatowska le ha dado al periodismo y a la literatura testimonial una dimensión especial, marcada por su empatía y su compromiso.

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Recibimos la noticia de que el Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes, considerado el máximo galardón en lengua española, le fue concedido a la escritora Elena Poniatowska.

Todavía teníamos enfrente noticias fresquísimas de ella: el anuncio de que la Feria Internacional de la Lectura Yucatán (FILEY) 2014 enmarcará un homenaje a la escritora en el que se le entregará la recientemente instituida medalla José Emilio Pacheco; y la presentación de su último libro “El universo o nada. Biografía del Estrellero Guillermo Haro”, dedicada al gran astrónomo mexicano que fue la pareja de su vida. 

A propósito del premio Cervantes y pensando en el “estrellero”, la escritora comentó: “Yo espero que él me lo esté enviando porque él está cerca del cielo. Y supongo que sacar un premio como éste pues es un regalo del cielo”. Cita muy a tono para recordar la sencillez y expresividad tan propias de la escritora. 

Poco se puede agregar a lo dicho y escrito sobre la vasta obra de Elena Poniatowska, salvo el testimonio de que ha sido una referencia de vida obligada para muchos. En mi generación, era inevitable leer La noche de Tlatelolco y referirse a sus antecedentes de princesa polaca con un comentario que se volvió  lugar común, que decía que hasta quienes tenían algo de las testas coronadas repudiaban la barbarie y se identificaban con la izquierda.

Para mí, la nobleza realmente impactante, el fluido hemático más próximo a la divinidad, no parecía provenir de la nobleza europea, sino más bien de su parentesco con Pita Amor, la undécima musa, auténtica deidad de las letras mexicanas. 

Tal vez por ese antecedente y aunque no conozco poemas de Elena Poniatowska, sí padezco hace mucho el vicio de tratar de identificar versos en sus escritos, avisado por el Señor del Cuatro, aquél filósofo que le dice a su personaje central: “¿Sabes Lilus? Me gusta platicar contigo. Sobre todo porque entresaco de tu conversación muchos alejandrinos...”

Elena Poniatowska le ha dado al periodismo y a la literatura testimonial una dimensión especial, marcada por su empatía y su compromiso. Como acaba de declarar José Emilio Pacheco “ha logrado compaginar el trabajo literario con el periodismo y ha hecho que se alimenten uno a otro”. Va un pequeño tributo con palabras del poema “Yo soy mi propia casa”, que Pita Amor dedica a Gabriela Mistral: 

De mi esférica idea de las cosas,
parten mis inquietudes y mis males,
pues geométricamente, pienso iguales
lo grande y lo pequeño, porque siendo,
son de igual importancia; que existiendo,
sus tamaños no tienen proporciones,
pues no se miden por sus dimensiones
y sólo cuentan, porque son totales,
aunque esféricamente desiguales.

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