La seguridad pública de Yucatán

La tranquilidad con que vivimos es fruto de la forma de ser de los yucatecos y de nuestra cultura pacífica.

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Ya en anteriores colaboraciones hemos afirmado que –sin minimizar deficiencias– una de las principales riquezas de Yucatán es la seguridad pública.

Si bien empiezan a aparecer signos preocupantes de disminución de la convivencia social y de riesgo para los valores familiares y morales, podemos afirmar que la tranquilidad con que vivimos es fruto  de la forma de ser de los yucatecos y de nuestra cultura pacífica. Desde luego, sin cerrar los ojos a algunas actuaciones alejadas de la legalidad, también es justo afirmar que los cuerpos y la política de seguridad pública en nuestra entidad tienen un nivel aceptable y sin duda muy lejos de la crisis que enfrentan los existentes en otras partes del país.

Es para ponernos “los pelos de punta” enterarnos cómo en otros lares los cuerpos de seguridad se ven rebasados, de tal suerte que empiezan a surgir grupúsculos denominados de “autodefensa” que terminarán –a su real entender– haciéndose justicia por propia mano en una nueva edición del “ojo por ojo”. En este orden de ideas, si la legalidad cede terreno corremos el riesgo de convertirnos en un país de ciegos o tuertos.

No hay batalla ganada para siempre y menos cuando se trata de la seguridad. De allí que nuestros gobernantes deban hacer un esfuerzo permanente por mejorar la legislación, la transparencia, los controles de seguridad y la preparación de nuestras policías. Recursos invertidos en este tema no son pérdida, sino apuesta de legalidad y futuro.

Desde luego, nada mejor que la prevención y por ello siempre será saludable la generación de espacios de convivencia social que preserven y acrecienten los valores familiares y de recreación. Cada vez que la autoridad rescata un parque para las familias, amplía un programa como el de la Bici-ruta  o genera espacios para la cultura estará poniendo un dique a la violencia en Mérida y en Yucatán.

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