|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Deplorable el espectáculo por los lastimeros lamentos de algunos conspicuos perredistas por la supuesta traición del PAN en la aprobación de la reforma laboral. No entendieron que el acuerdo promovido por Gustavo Madero y Ernesto Cordero era efímero. Tampoco previeron que Peña Nieto, Presidente electo, moviera sus piezas para obligar al PRI y a sus legisladores a una mayor apertura en la negociación, para así lograr que se aprobara lo fundamental de la iniciativa del presidente Calderón.

Sí hubo traición en el PAN, y ésta corrió a cuenta de Ernesto Cordero y Gustavo Madero; es inexplicable que el primero haya aceptado incluir una propuesta ajena a la iniciativa presidencial, el 388 bis, proveniente del PRD y que no solo complicaba el acuerdo, sino que ponía en duda la condición de iniciativa preferente, procedimiento todavía por regular. Cordero no advirtió que el objetivo del PRD era que la iniciativa presidencial no se aprobara y la forma menos onerosa era incluir temas que de antemano se sabía que no serían aprobados.

En el PAN la traición viene desde mucho antes. Inicia cuando se optó por ganar el poder a costa del partido. La lucha cívica de origen muy pronto se olvidó. El PAN caricaturizó el pasado priísta; en su imaginario, la excepción la volvió regla, se creyó su propia propaganda y ya instalado en el poder su fracaso ha sido rotundo en los resultados y con respecto a la expectativa de un mejor gobierno. El PAN perdió en 2006, pero la propaganda maniquea llevó a muchos independientes, incluso priistas, a optar por Felipe Calderón. El PAN perdió en 2009 y en 2012 de manera rotunda; no obstante su condición de gobernante, el voto libre de los mexicanos le remitió al tercer sitio, incluso en estados donde gobernaba como Morelos y Jalisco.

Dos actores importantes de la traición y fracaso del PAN en el poder, Ernesto Cordero y Gustavo Madero, no buscan quién se las debe, sino quién se las pague. En Los Pinos, aprovechando el honroso silencio de Josefina Vázquez Mota, han pretendido responsabilizarla de la derrota, cuando desde hace años se había instalado en la mayoría de los mexicanos la determinación de no dar continuidad a un gobierno muy próximo al fracaso, que deja un país humillado por la violencia, la desigualdad y la corrupción. La endeble estabilidad macroeconómica se festina como una de las grandes realizaciones, sin advertir que esto inició cinco años antes y con tasas de crecimiento superiores al 5%. Hoy México no sólo no crece, sino que en muchos rubros ya no resiste más de lo mismo.

Cordero tiene el dudoso mérito de ser el primer secretario de Hacienda que llevó la política partidaria a la dependencia. En la determinación de Felipe Calderón de hacerle el candidato presidencial del PAN, desde allí se construyó la embestida contra Peña, gobernadores y el dirigente nacional del PRI. Por su parte, Gustavo Madero, al igual que ahora hacen sus amigos de la izquierda, se declaró traicionado en el Estado de México después de que una fracasada y manipulada consulta diera un aparente mandato para que PAN y PRD se unificaran en los comicios para gobernador. Gustavo Madero ayudó a López Obrador a cuestionar la elección y su resultado, poco importó que la diferencia fuera de más de 3 millones de votos, lo que ha llevado a muchos a creer que la elección fue irregular y las instituciones electorales parciales e incompetentes.

Al PAN le urge una reflexión crítica sobre su pasado inmediato y las razones de su debacle electoral. No la pueden hacer ni conducir quienes son responsables de lo acontecido. Si algo queda claro con Ernesto Cordero y Gustavo Madero es que el fracaso propio y la responsabilidad que les atañe, los han trasladado a una confrontación hacia quien ganó, lo que les ha facilitado el encuentro lo mismo con López Obrador que con el izquierdismo que busca obstruir las reformas estructurales, como ocurrió en días pasados con la de Felipe Calderón.

El futuro del PAN está de por medio y debiera estar preocupado por lo que acontece a su izquierda. A López Obrador le han minimizado propios y extraños, pero su lucha continúa y es un proyecto que se alimenta por el desencanto de no pocos con lo que existe. Por su parte, la izquierda no sólo tiene personajes de alta calidad política como Marcelo Ebrard, Miguel Ángel Mancera o Gabino Cué, también gobierna con acierto la Ciudad de México, Guerrero y Oaxaca, y tiene un amplio inventario de políticos experimentados en gobiernos locales como Ángel Aguirre, Graco Ramírez y Arturo Núñez.

Frente a la derrota, los números y las razones le dan al PAN la condición de fiel de la balanza. Tarea difícil, que requiere por igual talento, sensibilidad e inteligencia, prendas ausentes en la dirección del panismo.

Twitter: @berrueto

Lo más leído

skeleton





skeleton