La vida está en nuestro ser

El “sueño” que deseamos convertir en realidad es un regalo y no podemos experimentarlo a menos que lo recibamos.

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

“Si no se hacen como los niños no entrarán al Reino de los cielos” – Mateo 18, 1-5        

Centrarse en lo positivo proporciona una libertad espiritual que infunde “las ganas de vivir”. Encontrar lo bueno que hay fuera de uno lleva a reconocer lo bueno que existe en nuestro interior. Dios está en todas las situaciones posibles y cuando estamos preparados Él nos revela el esplendor de nuestra propia vida. 

El “sueño” que deseamos convertir en realidad es un regalo y no podemos experimentarlo a menos que lo recibamos. Si mantenemos las manos cerradas, el regalo permanece a un lado, sin abrirse. Puede ser que reconozcamos nuestra insatisfacción y creamos que puede ocurrir lo “imposible” y hasta nos comprometamos a llevar a cabo acciones para lograrlo, sin embargo, si no creemos firmemente que lo merecemos no lo alcanzaremos a plenitud, ya que cuando ese “sueño” comience a tomar forma, inconscientemente sabotearemos lo que tanto deseamos. 

La vida no es algo que nos ocurre sino algo que está en nuestro ser. Esa convicción transforma. El manejo de nuestros pensamientos hace que encontremos lo positivo en todas las situaciones y así pasar de víctimas a constructores de nuestra vida. Merecemos la abundancia y de lo bueno, lo mejor. Somos cocreadores de nuestra vida. 

Al observar  a los niños pequeños notamos que rebosan de sentimientos espontáneos, ejemplo: se maravillan con un avioncito de papel y lo manifiestan con alegría. Con los años perdemos esa agudeza para detectar lo positivo y maravillarnos con las cosas sencillas para encontrar lo divertido, lo bueno, lo positivo que diariamente está sucediendo en nuestro entorno. Puede ser que esa disposición natural esté enterrada bajo gruesas capas de autoprotección, dudas o decepciones.

Es raro un adulto que conserve la pureza de corazón de un niño. No nos arriesgamos porque significa aceptar la posibilidad de cometer  errores, así que dejamos pasar oportunidades y nos conformamos con una visión reducida de lo que podría ser la realidad de nuestra vida. 

Cuando nos sentimos vacíos queremos llenar ese espacio, en una búsqueda desesperada, de cosas y placeres pasajeros (dinero, ropa, imagen, bienes materiales) olvidando que la auténtica plenitud sólo se alcanza al reconciliarnos con nuestro verdadero yo. Somos buenos por naturaleza porque Dios crea TODO bueno. Se puede mantener esa bondad oculta o aprender a manifestarla encontrando lo positivo que está ahí, a nuestro alcance.
¡Ánimo! hay que aprender a vivir.

Lo más leído

skeleton





skeleton