El gruñón artrítico estaba parado frente al Palacio de Gobierno. Era la tarde-noche y acababan de encender la iluminación de la Plaza Grande con motivo de las Fiestas Patrias. Lo miré pensativo, inclusive me dio la impresión de que estaba tan ensimismado que soliloquiaba. Me acerqué y le dije: ¿Qué sucede viejo, tienes calentura, deliras, tienes chotnak, de nuevo estás  deprimido o estás molesto porque no te aceptó el camionero tu credencial del Inapam?

Otra vez me vas a decir que soy un criticón, me respondió, que nada me gusta y que si sigo así no voy a vivir muchos años más, pero, ¿qué quieres?, sí estoy un poco contrariado, mas no por lo que piensas, sino por lo que pasa ahora con las celebraciones de Independencia. Me encanta ver desfilar al Ejército, me impresionan mucho el armamento y el equipo que lucen los soldados y disfruto con sus demostraciones de gallardía y marcialidad. Ahora que también desfilan mujeres, pues mucho más, ya sabes que yo me derrito cuando veo una belleza femenina, aunque no me gustaría recibir una demostración de su capacidad de combate.

Me preocupa mucho, sin embargo,  que todos estemos entusiasmados y alegres, muchos esperando que llegue la medianoche del 15 para empujarse el primer tequila, comer pozole y seguir la juerga hasta amanecer, y al día siguiente ver el desfile sea en la tele o “en vivo”, como luego dicen. Pero nadie –o muy pocos- se ponen a pensar y reflexionar sobre estos acontecimientos torales de nuestra vida como nación.

Uta, le dije, ya vas a empezar con tus monsergas. Por eso le caes mal a mucha gente.

No, la verdad es triste. Recuerda lo que dijo Santayana: “El que no conoce la historia está condenado a repetirla” y creo que los mayores estamos obligados a explicarles a las nuevas generaciones de dónde surge toda la parafernalia y la liturgia cívica de los días patrios. ¿Alguien sabe, por ejemplo tú, que hay dudas de la existencia real de algunos de los Niños Héroes?, ¿que el primer grito de Independencia lo dio Maximiliano de Habsburgo?, ¿que el himno nacional que cantamos fue mutilado y le quitaron una de sus estrofas porque loaba a Santa Anna?, ¿que a Benito Juárez no le gustaba nuestro himno precisamente porque fue patrocinado por don Antonio, su acérrimo enemigo?, ¿que el autor de la música, el español Jaime Nunó, tras cobrar su premio, se fue de México y se desentendió de su obra?, ¿que el estreno de nuestro canto patrio estuvo a cargo de una soprano y un tenor italianos, Lorenzo Salvi y Claudia Florenti, que de casualidad hacían temporada en México en un teatro que llevaba el nombre del generalísimo que le hizo una urna funeraria a su pierna mutilada?, ¿que el grito, el desfile, el homenaje a los Niños Héroes y todo el ceremonial que ahora se cumple es obra del dictador Porfirio Díaz?

Way, alcancé a musitar. Tienes razón. Hay que ponerse a machacar.