Las inversiones perdidas

A lo largo de los años el gobierno del estado ha hecho sentir su presencia en el sur con inversiones de primera magnitud que con el paso de los años han sido descuidadas...

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

A lo largo de los años el gobierno del estado ha hecho sentir su presencia en el sur con inversiones de primera magnitud que con el paso de los años han sido descuidadas, o bien nacieron con problemas de origen, como la megaescultura que permanece en la bahía de Chetumal como un monumento al despilfarro y la insensibilidad política.

Muchos millones de peso han sido invertidos en obras que difícilmente resisten la prueba del tiempo, permaneciendo el Hospital Materno Infantil Morelos –en el primer cuadro de Chetumal – como una de esas joyas excepcionales, fortalecida con el paso de las décadas.

Entre las obras destacan el estadio de futbol José López Portillo –a un costado del Cereso –, el zoológico con su modernización fallida, el Centro de Educación Climática, el Museo de la Cultura Maya, la Casa Internacional del Escritor (Bacalar), la Arrocera del Caribe, el Parque Industrial, la planta pasteurizadora de leche Nuumil, el mega invernadero de Felipe Carrillo Puerto. En fin, por inversiones no quedamos.

El abandono de los proyectos es evidente, y es causado en ocasiones por una postura mezquina del nuevo gobernante que no desea resaltar el legado de su antecesor. Ello explica en gran parte el abandono del proyecto de los corredores frutícolas, instalado sobre todo en el municipio maya de Felipe Carrillo Puerto.

Cierto: los corredores frutícolas tenían que competir en desventaja con la juguera de Akil, Yucatán. Pero el proyecto era viable, con la condición de que el producto fuese adquirido en el corredor turístico, ya en expansión en Playa del Carmen.

En cuanto a la Arrocera del Caribe –instalada en el sexenio del gobernador Pedro Joaquín Coldwell–, el gobierno del estado cometió un error de novato, ya que consideró que una inundación en la zona sur era indicador de un potencial envidiable para el cultivo del cereal, impulsando este cultivo en ejidos cuyos campesinos no sabían ni jota del asunto.

Pero además se llegó a soñar con competir al tú por tú con Campeche, un estado que tiene mucho camino recorrido con este cultivo tan básico en la mesa de media humanidad.

La maleza del zacate Johnson invadió los campos arroceros, desalentando a los campesinos que en forma gradual fueron abandonando los sembradíos, para que finalmente la Arrocera del Caribe quedase convertida en costosa chatarra.

Polémica

Todas las obras tienen aspectos polémicos y debilidades, comenzando por la megaescultura al mestizaje mexicano de la autoría de Sebastián, quien al calor de su amistad con el gobernador Joaquín Hendricks, quien destinó poco más de 150 millones de pesos para la construcción de ese elefante que permanece en el abandono, como un costoso ejemplo de lo que debemos evitar como gobernantes.

Lo más leído

skeleton





skeleton