Las pesadillas de Raskolnikov

El clima político, social y económico que vive ahora Quintana Roo, me trae a la memoria un libro...

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El clima político, social y económico que vive ahora Quintana Roo, me trae a la memoria un libro que exaltó de modo superlativo mi juventud, como creo que le ocurre a todo lector de Crimen y Castigo, cualquiera que sea su edad.

Las concomitancias de esta novela de Dostoievski con la realidad histórica y con el orbe del arte, la ciencia y la cultura, son tal vez infinitas, pero quiero tan sólo mencionar unas pocas de ellas.

En primer lugar, tenemos el hecho de que Dostoievski vivió durante los últimos años del zarismo, época que se distingue por una catástrofe económica que sólo encontraba paliativo, para unos pocos, muy pocos, trabajando para el gobierno.

Esta circunstancia se refleja nítidamente en la obra de este genial escritor, porque como es sabido, él supo mantenerse fiel a esa estirpe que, siendo la base que sostiene a todo el aparato social, es la más humillada y ofendida: la clase laboral; en ese tiempo, principalmente el campesinado y trabajadores manuales, ante la ausencia de industrias.

Otro detalle digno de mención, es que en Crimen y Castigo aparece como telón de fondo, una crítica a la figura de Napoleón, que hechizaba en ese tiempo a las juventudes, incluido el protagonista de la obra, Rodión Raskolnikov, joven idealista que tiene un elevado concepto de sí mismo, y que sucumbe al llamado del crimen pretendidamente justiciero, como los muchos, muchísimos, cometidos poco después por la tiranía estalinista.

Otro punto a destacar, es la influencia que ejerció Dostoievski en Freud, quien pagó con una especie de parricidio esa deuda, calificando a Dostoievski como un enfermo mental, un parricida potencial y una persona perversa, entre otros feroces dictámenes.

Así pues, historia, psicoanálisis y sociología, tejen una trama densa en Crimen y Castigo, en la que vemos cómo su autor, para enfatizar que la realidad de su tiempo tenía carácter de pesadilla, sólo después de que Raskolnikov despierta de una pesadilla apocalíptica, nos informa que lo  narrado fue un sueño de este tipo.

Una de esas pesadillas, cuya alegoría es evidente a la luz de las condiciones sociales de la época,  consiste en un personaje borracho que azota con el látigo a su caballo, que ha caído agobiado por el peso del carruaje que jala.

El otro sueño, mucho más dramático, es el de una plaga tan misteriosa como las que suelen agobiar a la humanidad, pero en este caso se trata de una maligna triquina (gusano parásito de humanos y animales)  que incide en el cerebro —como ciertamente sucede con una especie de sífilis— y genera en su víctima delirios de grandeza y, sobre todo, la certidumbre de que él, sólo él, posee la verdad absoluta, lo cual choca frontalmente con la misma creencia que los demás tienen de sí, ocasionando un pandemónium que amenaza con extinguir a la humanidad.

Este pasaje es tan impresionante, que más me vale citarlo textualmente para no enredarme en torpes paráfrasis (recreaciones) personales, aunque la cita sea extensa:
“Triquinas microscópicas de una especie desconocida se introducían en el organismo humano. Pero estos corpúsculos eran espíritus dotados de inteligencia y de voluntad. Las personas afectadas perdían la razón al punto. Sin embargo —cosa extraña—, jamás los hombres se habían creído tan inteligentes, tan seguros de estar en posesión de la verdad; nunca habían demostrado tal confianza en la infalibilidad de sus juicios, de sus teorías científicas, de sus principios morales.

Aldeas, ciudades, naciones enteras se contaminaban y perdían el juicio. De todos se apoderaba una mortal desazón y todos se sentían incapaces de comprenderse unos a otros. Cada uno creía ser el único poseedor de la verdad y miraban con piadoso desdén a sus semejantes. Todos, al contemplar a sus semejantes, se golpeaban el pecho, se retorcían las manos, lloraban... No se ponían de acuerdo sobre las sanciones que había que imponer, sobre el bien y el mal, sobre a quién había que condenar y a quién absolver. Se reunían y formaban enormes ejércitos para lanzarse unos contra otros, pero, apenas llegaban al campo de batalla, las tropas se dividían, se rompían las formaciones y los hombres se estrangulaban y devoraban unos a otros.

”En las ciudades, las trompetas resonaban durante todo el día. Todos los hombres eran llamados a las armas, pero ¿por quién y para qué? Nadie podía decirlo y el pánico se extendía por todas partes. Se abandonaban los oficios más sencillos, pues cada trabajador proponía sus ideas, sus reformas, y no era posible entenderse. Nadie trabajaba la tierra. Aquí y allá, los hombres formaban grupos y se comprometían a no disolverse, pero poco después olvidaban su compromiso y empezaban a acusarse entre sí, a contender, a matarse. 

Los incendios y el hambre se extendían por toda la tierra. Los hombres y las cosas desaparecían. La epidemia seguía extendiéndose, devastando. En todo el mundo sólo tenían que salvarse algunos elegidos, unos cuantos hombres puros, destinados a formar una nueva raza humana, a renovar y purificar la vida humana. Pero nadie había visto a estos hombres, nadie había oído sus palabras, ni siquiera el sonido de su voz.”

Rodión Raskolnikov asesina a una vieja usurera para robarle y así evitar que su hermana, la hermana de Raskolnikov, se case con un personaje rico que va a solucionar la pobreza familiar y con ello permitir que Raskolnikov continúe sus estudios superiores en San Petersburgo, pero en el momento del asesinato, el criminal es descubierto por la hermana de la usurera, una santa demente, y la mata también; santa demente idéntica a la que aparece en Los hermanos Karamazov, la novela suprema de Dostoievski, en la que también la única representante de la inocencia  absoluta, es una víctima; en este caso, de las insanas pasiones del papá de los Karamazov, y engendra así al hijo, Smerdiakov, que habrá de matar al padre pervertido.

Dramas escalofriantes, pues, que podríamos remitir al oscuro pasado zarista, al no menos abominable pretérito estalinista, y pensar que estamos a salvo de ellos. Pero quienes habitamos en Quintana Roo, por no hablar de otros puntos del país y del planeta, ¿estamos seguros de que han caducado?

Por cierto, vale la pena apoyarnos en una acotación de Wikipedia, sobre el significado de algunos nombres en Crimen y Castigo, de los cuales, para no abusar socorrido método copia-pega, únicamente citamos uno: Rodión Romanóvich Raskolnikov significa en ruso “La patria de los Romanov ha quebrado”. Los Romanov fue la última dinastía de zares rusos…

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