Lealtad en peligro de extinción

La lealtad con nosotros mismos y con la sociedad es corresponder y defender lo que creemos y en quien creemos.

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Probablemente nadie entienda mejor la lealtad que aquel a quien le han traicionado alguna vez. De ninguna manera esta lealtad entra en conflicto con los términos disentir, opinar de forma distinta o expresar algún concepto alterno al planteado por el grupo. 

Esto lo traigo a colación toda vez que un servidor, si bien puede no estar de acuerdo con algunos aspectos del cotidiano devenir médico-institucional, reprueba rotundamente el escarnio y la manipulación satanizada de algunos que, a la “Martínez”, quieren obtener un beneficio (tres millones por cada uno).

En la memoria colectiva aún están frescas las imágenes de los médicos de  instancias del sector salud, quienes valientemente realizaron una caminata pacífica denominada soy el #17. 

El objetivo fue dejar  claro que de ninguna manera pasamos siete años de carrera y otros cuatro o hasta siete de especialidad para “mutilar la vida de un ser humano”. Sería tonto pensarlo.

La lealtad con nosotros mismos y con la sociedad es corresponder y defender lo que creemos y en quien creemos, es estar con los semejantes en las buenas y en las malas, es  trabajar no porque nos pagan, sino porque tenemos un compromiso con la institución  en donde nos desarrollamos y obviamente con la sociedad misma. La lealtad es un valor que no es fácil de encontrar. 

Por todo ello, el trágico suceso de hace 5 años que motivó el uso excesivo de la fuerza del influyentísimo contra 16 galenos me lleva a reflexionar sobre los puntos enunciados. 

Qué tanto el gobierno y sus instituciones están siendo leales con sus empleados, y no me refiero a “sueldos”, me refiero a inversión en salud que, dicho sea de paso, este año continúa a la baja con 6.1 del PIB, quedando México en penúltimo lugar de los países de América. Para muestra un botón, así rezaba el encabezado de un periódico, el 12 de febrero del 2014: “Inversión en salud se redujo 34.27% en 3 años”.

Para abundar, con lo anterior me refiero a la pobre inyección en infraestructura instalada, a cuadros básicos y consumos promedios “rasurados”, a excesiva burocracia que cuando escucho los discursos sólo me recuerda la frase: “Mucho ruido para tan pocas nueces”. A eso me refiero con lealtad bilateral (institución-empleados). 

Para finalizar, amable lector, preguntaría: ¿cuántas veces al ser salvado del cadalso en cualquier circunstancia, agradecemos públicamente su correcto proceder a nuestro leal servidor? Invito a la reflexión, y seamos leales con nosotros mismos antes que nada.

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