El 25 de noviembre se ha reconocido como el Día de la NO VIOLENCIA, ya que, sin duda, la violencia es uno de los flagelos más grandes de nuestro mundo.

La OMS define la violencia de la siguiente manera: “El uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectiva, contra uno mismo, otra persona, grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de producir lesiones, muerte, daño psicológico, trastornos del desarrollo o privaciones”.

Sin embargo, cuando se habla de violencia, generalmente es en función de niños, niñas y mujeres, y poco se habla de un grupo vulnerable y cuyo crecimiento sigue en ascenso como son los adultos mayores.

Los primeros indicios del maltrato al adulto mayor se publicaron en 1975, al describirse en Inglaterra el “Síndrome del samarreo del anciano” que entonces se definió como:

“Situación no accidental, en la cual una persona sufre un trauma físico, privación de necesidades físicas básicas o injuria mental, como resultado de acto u omisión por un cuidador”.

El Congreso de los Estados Unidos (1985) definió el maltrato al adulto mayor como: “El deseo de infligir daño, confinamiento injustificado, intimidatorio o castigo cruel, que origina daño físico, dolor o angustia, también privación de los cuidados generales, de la nutrición o servicios necesarios al adulto mayor”.

Su mayor frecuencia e impacto en la salud llevó en 1987 a la Asociación Médica Americana a la siguiente definición: “Todo aquel acto u omisión, con resultados de daño o amenaza de daño contra la salud o el bienestar de un adulto mayor”. Como vemos, tanto se puede violentar por hacer como por no hacer. Seguiremos con el tema.