Lo bueno, lo malo y lo feo de la semana

El país, los diputados, los partidos y el gobierno trabajan para dar respuesta a la exigencia compartida de mejorar el estado de cosas.

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Peña Nieto es el primer Presidente desde Vicente Fox que inicia fuera de la tormenta. Tendría que remontarse medio siglo atrás para encontrar un escenario semejante. Fox no tuvo conflicto poselectoral, pero para Peña Nieto queda atrás la duda de los comicios. La legitimidad derivada del ejercicio del poder se impone a cualquier consideración. Por ello, un buen inicio es crítico para lo que venga.

Algo semejante ocurre con Miguel Ángel Mancera, aunque, en su caso, las mayores dificultades están en casa. De cualquier manera, un buen equipo, buenas propuestas y una actitud mesurada dan expectativa de un buen gobierno para la Ciudad de México.

Lo bueno: el país ha ingresado a una inesperada reconciliación. Los inconformes radicales se han visto dañados por la infiltración de los vándalos. Hay quien no alcanza a distinguir entre unos y otros, pero la herida es severa a López Obrador y al movimiento #YoSoy132. La polémica sobre los operativos, las detenciones y el proceso judicial es una papa caliente heredada por Marcelo Ebrard. Las autoridades del DF enfrentan el falso dilema entre impunidad y autoritarismo. Lo que se requiere es aplicar la ley a partir de los elementos de prueba y no del prejuicio o de testimonios dudosos.

Lo malo: la crónica de los hechos violentos apunta al vandalismo. En uno de los noticieros más rigurosos, el de Carmen Aristegui, la cobertura de sus reporteros, literalmente, fue en el sentido de vándalos en lo suyo. Queda claro que fue una acción premeditada. Las bombas molotov se utilizaron desde temprano por la mañana. Hubo quien, al amparo de la protesta legítima, hizo todo para llevarla al enfrentamiento. Se requiere una investigación, no solo de quienes fueron pagados para provocar, sino de los autores intelectuales. Los actos criminales que no deben ser pasados por alto; utilizar un coctel molotov es homicidio en grado de tentativa. No se puede trivializar el tema.

Lo feo: a contrapelo de lo mucho esperanzador que hubo en la semana, fue el desencuentro en el Senado. Las diferencias no deben preocupar; sí el uso faccioso del poder. El presidente del Senado, Ernesto Cordero, ha establecido un muy penoso precedente al participar desde la presidencia de la Mesa Directiva en la manipulación del quórum. Es cierto que el PRI no tiene los votos suficientes para removerlo, como dice Gustavo Madero, pero el tema no es de números, sino de principios y valores. Para vergüenza, que la ejemplar tradición parlamentaria del PAN derive en actos de marrullería. Por bien propio y del país, el PAN debe replantear su comportamiento en la Cámara alta, si es que no quiere continuar en su condición de tercera fuerza política.

El personaje de la semana ha sido Jesús Zambrano. Su determinación de signar el acuerdo a pesar de la amenaza de los duros en su partido, más próximos a Morena que al PRD, ha sido fundamental para llevar a la izquierda a la negociación y al acuerdo. No poco de lo allí contenido ha sido causa y razón de la lucha histórica de las fuerzas progresistas. La firma fortalece a Peña Nieto, pero ocurre avalando un proyecto por el que mucho ha luchado la izquierda democrática.

Queda sin fundamento la sospecha del radicalismo sobre la supuesta sumisión del nuevo gobierno a los intereses oligárquicos y, particularmente, a los monopolios. Por primera vez está en la mesa abrir a la competencia áreas importantes de la economía, proceso que se agravó en la docena trágica, precisamente por la falta de sentido de Estado de las administraciones pasadas. Por debilidad o confusión, el interés general (o común, en expresiones de la democracia cristiana) no se hizo valer, lo que dio lugar a la concentración en áreas fundamentales de la economía y al imperio del más fuerte.

El país pasa al reencuentro del centro con la periferia. Los estados y municipios no requieren de regaños presidenciales, sino de respaldo y de un esfuerzo de coordinación a partir de un propósito de causa común. La inseguridad, el rezago social y la deficiente calidad de los servicios públicos deben resolverse de manera conjunta y con acciones diferenciadas por cada orden de gobierno. Aliviar las dificultades en las finanzas públicas debe estar presente.

El estratega de la economía del nuevo gobierno, el secretario de Hacienda Videgaray, ha presentado el viernes pasado el paquete económico. No pocos se preguntan de dónde van a salir los recursos para cumplir los compromisos suscritos. Se sabe que mucho puede hacerse racionalizando el gasto público y mejorando la recaudación. Pero la magnitud de lo que hay por hacer requiere de una profunda reforma hacendaria. Por lo pronto, el país, los diputados, los partidos y el gobierno trabajan para dar respuesta a la exigencia compartida de mejorar el estado de cosas. Sin duda, una semana venturosa.

Twitter: @berrueto

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