Lo que fue, va y viene

El gobernador del cambio ha diseñado un mecanismo de renovación gubernamental absolutamente decisivo.

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El caso de la valerosa decisión del gobernador Carlos Joaquín González fue en el preámbulo del proceso electoral pasado, luego de la recalcitrancia cupular del PRI con el decisorio dirigido a postular a otro candidato, se fue a la esquina contraria, contendió y triunfó.

Y qué decir de lo que fue en las urnas. El pueblo quitándole el cetro de gobernador al PRI, cada día decretando su particular “muerte”, es decir que el PRI quedó moribundo de la preferencia electoral del mandato del pueblo, Vox Populi, Vox Dei, como en efecto ocurrió y va ocurriendo.

Ahora, en una operación inteligente, el gobernador del cambio ha diseñado un mecanismo de renovación gubernamental absolutamente decisivo y político del derecho constitucional a la participación política de los ciudadanos quintanarroenses.
Fueron sólo días para validar huellas para los partidos que lo asistieron en la esquina en la contienda y el triunfo durante el anterior proceso, una prueba remotamente franqueable para cumplir los acuerdos con los partidos que participaron como seconds. Y ya. Hasta ahí.

En un asunto que amerita una respuesta a todos los quintanarroenses. Creer que es un problema estrictamente partidista, sería un craso error. Se trata entonces de un proyecto del orden democrático, con Quintana Roo como principal bandera en todo lo alto.

Eliminar o no dejar intervenir partidos políticos domesticados a la simulación para en realidad hacerle la vida difícil al gobierno, simulando darle estabilidad y tranquilidad, para que sigan haciendo lo que les venga en gana.

Ante una nueva arremetida de los partidos de turno, se debe enviar un mensaje muy claro del pueblo quintanarroense, demostrar que sí se tiene la estatura política para plantarle a los partidos el rechazo a su proceder cada día más patético e inescrupuloso.

Tras el desprendimiento de Carlos Joaquín de la otrora maquinaria priista, se estima que abordar el nuevo gobierno desde la perspectiva apartidista, haciendo cálculos o estimaciones en función de cada uno de los partidos asistentes que lo acompañan, es una manifestación admirable y de aceptación generalizada.

Ese desafío se está abordando desde la perspectiva democrática, entendiendo que lo realmente importante es evitar que el régimen bipartidista se salga con la suya eliminando la auténtica función del nuevo mandatario, sirviéndose de decisiones a la medida de sí mismos, con despidos injustificados y maltrato a los empleados.

En estos momentos el gobernador quintanarroense, además con ingenio y responsabilidad, va actuando con una sola bandera: Quintana Roo, sin alas que lo acompañen, para definir cuál es el verdadero objetivo para ordenar una estrategia común y dejar a un lado la competencia baladí entre los partidos.

Y así va el gobernante al frente de la dirigencia del Estado. Es allí donde está la alternativa real, contraria a la simulación de los partidos, actuando con grandeza por el bienestar del pueblo quintanarroense. No se puede ser un trapiche de dirigentes, partidos o acompañantes.

Ciertamente cada quien tiene sus propios asertos, disertos o formas de interpretar la realidad, pero en lo que no puede haber ambages es en el compromiso con los quintanarroenses, de rescatar su derecho a elegir quién debe gobernar Quintana Roo. Tal es el caso del gobernador, Carlos Joaquín.

El proceso de renovación de los partidos

El proceso de renovación de los partidos políticos encendió las alarmas, pues alumbra una estrategia en Quintana Roo para dar cabida a la alternancia. Cuál es la sorpresa. Los diputados “pluris” locales, Eduardo Martínez Arcila, PAN y Emiliano Ramos Hernández, PRD, son asesores de línea.

Ahora parece prepararse otra viveza de los otrora líderes estatales del PAN y PRD para participar en las elecciones regionales, diputaciones federales, senadurías por Quintana Roo. Ambos saben –y deducen y aducen– que por el tiempo actual y las condiciones, son aceptables.

Exigen espacio para seguir con las magnificencias de la fortuna. En el intríngulis parecen participar en el polo anti priista, se muestran indignados y protestan, tratando de hacer creer que no son iguales que los ahora opositores tricolores, víctimas, mártires, pero en realidad -esto es lo que no dicen- estarán en las elecciones 2018 por todos los medios, por lo que ellos –creen– van directos.

Mientras los diputados de marras se rasgan las vestiduras solicitando esto, aquello y lo otro, con las posturas rectoras en el Parlamento local, están planificando la próxima estocada. Y no tendrán que enfrentar porque serán complacidos, les darán más facilidades, más de lo que sea, al señalar –ya lo hicieron– que no es culpa de ellos.  

Es la misma del año pasado, los dos líderes se dedicaron a imponerse en el primer sitio en las asignaturas plurinominales distritales. Este año, el subterfugio serán los números uno en las nóminas partidistas. No habrá elecciones internas.
En el proceso por venir cualquier partido político que viole o parezca violar el proceso podrá ser eliminado. Y los dos ex líderes no se les ven caminando sobre rieles. Ellos mismos impugnan a sus propios compañeros de partido.

Pronto observaremos a ese par de ex líderes diputados, sorprendiendo como candidatos cada uno por su lado, a alcaldes de Benito Juárez, con cabecera en Cancún, en las diputaciones federales o para senadores, inhabilitando a la unidad partidista, presionando que sean ellos los contendientes en el proceso 2018.

Lo que en realidad buscan, pero ¿es lo que todos queremos? o lo que algunos pocos privilegiados desean.
No pocos se molestarán con seriedad, en fin cada quien logró su objetivo y los partidos aliados también. La politiquería feliz, el pueblo y el Estado que se aguanten. Es lo de menos. Sólo que quedan al escrutinio democrático.

Otro evento –probable– es la renovación de algunos partidos, pero con la mentalidad que estos se aliarán con quien fuera para contender en el juego electoral, porque creen que así se ganaría. Sin ello –aducen– se dispersaría el respaldo electoral mayoritario de una coalición.

Dar la batalla peleando por uno de todos y no cada quien por su cuenta. La fórmula debe seguir siendo la candidatura de un solo partido como garantía, para que se pueda expresar el verdadero sentir de las bases.
¿Escenarios? El menos probable –aunque a ellos no les importa–, pero no puede descartarse, la falta de unidad interna, por un lado, y de todos los partidos que a la gente tienen harta, por el otro.

No se puede olvidar de una vez del doble discurso, doble moral, borrar los intereses y conveniencias individuales partidistas. Con la verdad, sólo con la verdad, la mayoría respaldará.
 

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