Los agoreros perdidos de Chetumal

Pronosticar, conocer por algunos indicios lo futuro, es una ocupación antigua.

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Pronosticar, conocer por algunos indicios lo futuro, es una ocupación antigua. Y también moderna. Basta con revisar los escenarios que ofrece el más modesto analista de información para notar que el oficio de agorero sigue a la humanidad en todas sus épocas.
 
La profesión del pronosticador requiere de responsabilidad y de un cúmulo de conocimientos ordenados y evaluados durante largo tiempo.
 
Un buen ejemplo, tomado del pasado prehispánico, son los sacerdotes mayas: sus vastos conocimientos astronómicos y teológicos les permitieron aventurarse en el ambiguo horizonte del futuro, en el mismo modo en que lo hace hoy un analista financiero con respecto a los mercados del porvenir.
 
Otro ejemplo. Un mundo nuevo (ediciones Unesco) es un libro que realizó un ejercicio de pronóstico global sobre la dirección que podían tomar, en las primeras décadas del nuevo milenio, los grandes temas que ocupan a los gobiernos de los países: demografía, salud, empleo, educación, alimentos, drogas, pobreza, medio ambiente, guerras, crimen organizado.
 
Bien podemos decir que los analistas de tendencias, los expertos en ejercicios de prospectiva y los hábiles dibujantes de escenarios futuros son los modernos sacerdotes que ejercen el oficio del asomarse al porvenir.
 
Pero lo que ahora quiero compartir con usted, amable lector, es un par de destellos del pasado. Se trata de dos sacerdotes antiguos, cuyo trabajo era vaticinar el futuro. Poco, muy poco sabemos de esa dupla de agoreros, salvo que escribieron textos predictivos y que en tiempos aciagos se refugiaron en Chetumal.
 
El primero se llamó Ah Kauil Chhel, era sacerdote en Uxmal y huyó a Chetumal cuando los conquistadores españoles derrotaron a los mayas que poblaban los alrededores de la actual Mérida.
 
Parte del vaticinio que escribió Ah Kauil Chhel, alrededor de 1544, dice lo siguiente: “Cuando concluya el katún, oh padre, no te darás cuenta tú. / Cuando venga, ¿quién pondrá entonces en la estera arrollada / al katún, oh padre? / Va a venir con recio dolor; / va llegar por el norte y por el poniente. / Cuando ese momento sea, ¿qué sacerdote, qué profeta / declarará el mensaje de la letra contenida en Bolón Ahau? / Tal vez nada entiendas en todo el mundo”.
 
El segundo sacerdote antiguo se llamó Ah Na Puc Tun, y también ejercía su trabajo en Uxaml cuando vino a buscar refugio en Chetumal, junto con Ah Kauil Chhel. 
 
Lo interesante de Ah Na Puc Tun es que, probablemente, él era originario de Chetumal y ante el círculo de fuego tendido por los españoles en contra de los indígenas, Ah Na Puc Tun habría tomado la sensata decisión de retornar a casa.
 
Quizá por eso el vaticinio que escribió Ah Na Puc Tun es más dramático: “Habrá fuego en la tierra, un círculo blanco habrá en lo alto; /abrasará Kauil con su vaho lo que se yerga a su paso en el porvenir./ Ha de arder la tierra, se abrasaran los cascos en el katún que va a entrar”.
 
El asedio y conquista de Uaymil-Chetumal fue entre 1543 y 1545. René Acuña, un especialista en el tema, supone que si los dos sacerdotes no fueron capturados en Chetumal, es posible que ambos hayan escapado, como muchos otros mayas, a la isla de Tayasal.
 
Según guatemalaviajes.com, “la isla de Flores, antiguamente llamada Tayasal está ubicada en el lago Peten Itzá, era desde el siglo IX D.C una ciudad Itzá. En el siglo XV Pedro de Alvarado en su viaje hacia Honduras llegó a la isla y le dejo al rey Canek un caballo, el cuál fue tratado casi como un Dios”.
 
Agrega que “luego de varios infructuosos intentos de convertir a los indígenas al cristianismo, los españoles destruyeron Tayasal en el siglo XVI quedando abandonada hasta el siglo XVIII”.
 
Bien, si usted está leyendo esta nota es que el mundo no terminó hoy. Así que en el futuro tendrá tiempo para tratar de averiguar cuál fue el destino de esos dos agoreros que en tiempos de guerra se refugiaron en Chetumal.

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