En las semanas finales de la crisis de CNI/Canal 40, le pedí a David Páramo que aceptara la invitación que le hacía Televisa. Que se marchara, pues el naufragio era inevitable.

Pero David, el analista de finanzas de nuestro noticiero, se quedó hasta el último programa, el 18 de mayo de 2005.

Al día siguiente estalló la huelga que mató a CNI. No sé si hizo lo más inteligente. Sé, en cambio, lo solidario y generoso que fue cuando serlo costaba en serio.

No es ese, sin embargo, el mejor recuerdo que tengo de David Páramo. En aquel tiempo solíamos ir juntos al Estadio Azul, porque su hijo Alfredo (tenía 13 años) compartía con mi hijo Santiago (tenía 11) una infantil, pero muy seria, leal, honesta pasión por el Cruz Azul.

Con Alfredo y Santiago sufrimos las habituales derrotas y humillaciones cruzazulinas. Varias veces nos tocó consolarlos y explicarles que la vida era mucho más que la patética exhibición que acabábamos de ver.

Una tarde de domingo, tres días después de que estallara la huelga en CNI, caminando afuera del estadio luego de una especialmente cruel derrota contra el América (6 a 2 el global), David y yo les dijimos que el futbol era un juego que se gozaba y sufría en serio. Pero que al final servía para hacernos felices unos fines de semana… y otros no.

Que dolía mucho, pero no había muertos ni nadie tenía que irse al exilio.

Una mañana de domingo, ocho años después, me enteré que Alfredo y su hermano menor Diego (alguna vez nos acompañó al Azul) fueron asesinados en Chihuahua.

Chavos espléndidos, muertos en un país que nos hace sufrir en serio. El país de los jóvenes asesinados.

Qué dolor, David. Todo mi cariño.