Los niños golpean la mesa en el Congreso

Los diputados infantiles están hablando fuerte, golpeando en la mesa, sin temores ni vergüenza...

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Los diputados infantiles están hablando fuerte, golpeando en la mesa, sin temores ni vergüenza. Se han parado, erguidos y orgullosos, en la máxima tribuna legislativa del Estado para recordarnos los valores universales, los derechos humanos, las obligaciones de las autoridades y los deberes de todos los ciudadanos, sin distinción de raza, credo, género, nacionalidad ni condición social. Lo han hecho mejor, incluso, que muchos políticos “de carrera”.

En no más de cinco minutos, algunos de los representantes de su distrito electoral han exhibido una tremenda madurez ciudadana en temas relacionados con la educación, la salud, la lucha contra la discriminación, el cuidado de los animales, las garantías hacia las personas con discapacidad, así como la necesidad de mitigar por igual la obesidad y la desnutrición. Todos son ejes vitales para el desarrollo, que si no son procurados impactan negativamente en la sociedad, sobre todo en los menores de edad.

Qué apasionante sería la política con unos corazones de ese tamaño. A todos los he visto y escuchado con atención en videos publicados en las redes sociales del Congreso Estatal, y me percato que los muchachos de 12 o 13 años se manifiestan con el alma y no con doctrinas, sin discursos a modo ni asumidos para la ocasión, como suelen expresarse los adultos. Los dejan ser. Por eso arrancan aplausos tan espontáneos. Por eso lo del Parlamento Infantil ha sido un éxito.

El Parlamento Infantil “Diputado por un día” se ha consolidado como uno de los espacios de expresión, de reflexión y de formación cívica más importantes en la entidad. Es un foro ideal para promover la sana convivencia entre los estudiantes, sus maestros, los padres de familia y los políticos.

Aprenden a conocer y comprender críticamente la realidad; a potenciar su capacidad comunicativa; a ser emprendedores; a representar sin complejos; a trabajar en equipo por asuntos compartidos, así como a reconocerse en poco tiempo como ciudadanos responsables y comprometidos, siendo promotores de causas comunes.

Ahora deben dirigirlos. La decisión de crear estas audiencias ha sido atinada, pero se corre el riesgo de que las autoridades correspondientes no atiendan ni valoren lo expresado por ellos y en torno a ellos, por muy profundo que parezcan los planteamientos. El peligro radica en que en el futuro pudiera convertirse en un órgano decorativo, sin resultados favorables, pese a que la calidad de los resultados es evidente.

Estos 15 niños y 10 niñas son el presente y el futuro de Quintana Roo. Ojalá que su entusiasmo, sus buenas intenciones y su indeclinable decisión por reclamar lo justo, no se pierdan; por el contrario, se desea que logren permear sus atributos entre compañeros y amigos. Desde ya, saben que deberán oponerse a la corrupción, a la impunidad, a la injusticia y a otros tantos males imperantes. El hecho mismo de reconocerlas en público, identificándolas desde esa tribuna, es una gran esperanza para toda la sociedad. 

Por lo mismo, sería idóneo que en paralelo a estos encuentros se desarrollen más actividades. Estas estructuras de participación suelen ser limitadas y no deben ser únicas para fomentar la participación de los menores, menos en una sociedad tan apática, más en tópicos afines a la política. 

Si hoy son 25 los representantes, en sus distritos debiesen multiplicar cuanto antes las actividades, sin ignorar la formalidad que las legislaturas han promovido durante los cinco años, para no perder el objetivo final o, peor aún, caer en manipulaciones, ligándolas con partidos, asociaciones, sindicatos o fundaciones con evidentes tintes partidistas.

El Parlamento Infantil debe cuidarse, aunque debe crecer en exposición, y no necesariamente mediática. Actos, conferencias, capacitaciones o talleres en escuelas es un paso obligado para mantenerlo vigente y con prestigio.

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