Los suspirantes de la discordia

Los más lúcidos lamentan que el PAN y el PRD pierdan fuerza como contrapeso natural de un gobierno del PRI que, fiel a su tradición, tiende a maneras impacientes.

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Después de que el Pacto por México pareciera tambalearse tras la desafortunada reacción del Presidente a la todavía más desafortunada revelación del caso Rosario Robles-Veracruz, ha sido curioso leer las reacciones de un número no menor de lo que yo llamo “suspirantes de la discordia”.

Desde el principio del gobierno de Enrique Peña Nieto y la conformación del inédito compromiso entre las distintas fuerzas políticas mexicanas para sacar adelante ciertas reformas estructurales, varias voces han lamentado lo que interpretan como la claudicación de la oposición en el país.

Algunos, los más lúcidos, señalan que no es lo mismo la colaboración que el sometimiento, el diálogo que la aquiescencia universal y a priori. Lamentan que el PAN y el PRD pierdan fuerza como contrapeso natural de un gobierno del PRI que, fiel a su tradición, tiende si no al autoritarismo de otros tiempos, sí a maneras impacientes, impositivas.

Estoy de acuerdo. Al PRI hay que meterle riendas en todos los casos, sin excepción: es un mecanismo de defensa indispensable ante la naturaleza del animal tricolor. Pero hay otro tipo de opiniones que rechaza el ánimo de colaboración entre los partidos políticos desde el 1 de diciembre.

Son los que añoran la discordia, los que confunden el disenso civilizado y productivo con la oposición dogmática. Para estos próceres del maniqueísmo, al gobierno hay que llevarle la contra por sistema y sin matices, en un ánimo mucho más revoltoso que político. En su mundo, cualquier acto de pragmatismo —incluso de diálogo— es sinónimo de debilidad y hasta de traición. Supongo que a algunos los mueve la antipatía en su versión más visceral.

Están en su derecho: a nadie se le puede negar el derecho al berrinche adolescente. Creo, no obstante, que a otros los impulsa un ánimo alarmante: una suerte de añoranza por el incendio. Con estos pirómanos no estoy de acuerdo. Nunca entenderé qué se gana apostando por la polarización. Nada bueno nace de la parálisis, del agua estancada. Si no, que le pregunten al México de la década pasada. 

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