Los venenos del alma: el odio, la ira y el rencor
Tenemos que empezar por dejar de llevar a cuestas resentimientos añejos, y no cargar con el rencor a flor de piel.
Ser feliz es una decisión y una actitud, y no necesariamente es que tengamos todo para serlo, es la capacidad de adaptarnos a lo que tenemos y a lo que la vida nos va dando o quitando. Decir como San Francisco: “Yo necesito pocas cosas, y las pocas cosas que necesito, las necesito poco”.
He aprendido que aun sin salud se puede ser feliz. Si aprendemos a controlar el dolor y manejar el sufrimiento físico con la medicina adecuada, y con apoyo de la oración.
Hace años me decía un amigo que moría de cáncer gástrico: Roberto, yo estoy mejor que tú, pues yo sé de lo que me voy a morir ....¡y tú no!. Y eso me lo decía con una sonrisa en los labios.
Tenemos que empezar por dejar de llevar a cuestas resentimientos añejos, y no cargar con el rencor a flor de piel. Hay que divorciarnos deel odio, la ira y el rencor, son los enemigos que nos dañan el cuerpo físico, y si no los controlamos nos llegan a enfermar el alma. El odio, la ira y el rencor son un equipaje pesado que nos impide avanzar, que nos nubla la vista y el pensamiento, que envenena el alma, que impide disfrutar la maravillosa sensación de ser felices. Sí, “el odio, la ira y el rencor son los venenos del alma”.
Hay que luchar porque las antiguas heridas cicatricen, y que dejen de doler y no seguir lastimándonos con ellas hasta que sangren, para sentirnos entonces miserablemente infelices. Nadie nos puede lastimar tanto como nuestros pensamientos negativos. Tenemos que recurrir al perdón, propiciarlo, darlo y aprender a recibirlo. Más que un acto humano es un acto divino.
Hay que saber olvidar para poder perdonar, y así tratar de volver a empezar, pues perdonar es olvidar y arrancar de cuajo algo doloroso, es curar y cicatrizar una herida. Para vivir plenamente debemos de perdonar y perdonarnos, algo que a veces suele ser lo más difícil de lograr. Se perdona cuando hay humildad y cuando se reconoce que la perfección no existe en los seres humanos, y que el mejor de los hombres falla y necesita el perdón para poder crecer en el amor.
Tenemos que tratar de no sólo ver los defectos del prójimo y magnificarlos; eso sólo nos engendrará mas rencor y odio con nuestros semejantes. Hay que mirar más hacia dentro y descubrirnos, quizá nos hayamos dedicado tanto a criticar, juzgar y reclamar a los demás, que hemos perdido la autocrítica, sintiéndonos no un Dios, sino ¡más que Dios!
Desechemos los venenos del alma, el odio, la ira y el rencor, y tratemos de ser felices. Sí, ser feliz es una decisión y una actitud. Una decisión en crecer como ser humano practicando el perdón, y en ponernos al servicio de los demás, entendiendo que con el servicio crece nuestra calidad humana. Y una actitud firme y positiva, en ser mejor cada día a pesar de los reveses que nos imponga el destino.
Dr. Roberto Díaz y Díaz.