Luz María tiene razón

Pero no me sorprende tanto el que se haga noticia de lo que no lo es.

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Sólo quien nunca haya utilizado los servicios de una aerolínea o quien habla de muy mala fe puede dejar de entender la frustración de Luz María Beristain, senadora de la República, cuando al pretender abordar un vuelo enfrentó la cara dura de la dependiente que, en síntesis, le dijo: “Ud. no vuela y hágale como quiera”. 

Su fallo se demostró inapelable pues en el aeropuerto de Cancún no hay oficina de la compañía ante la cual quejarse. 

En el video otra persona reclama que los boletos se hayan vuelto a vender, lo que explicaría la urgencia de dejarlas en tierra, visto que el avión salió hora y media después.

Con una ligereza sorprendente, locutores de distintos medios acusaron a la legisladora de las más variadas cosas, prepotente, influyentista, abusiva, agredió a la empleada, etc., reproduciendo el mote generado en las redes sociales de Lady Senadora. 

Sin embargo, al ver el video, más allá de múltiples expresiones de frustración y hasta rabia, la senadora (que por cierto en Inglaterra, en tanto integrante de la Cámara Alta recibiría formalmente el tratamiento de Lady) en ningún momento profiere ningún tipo de amenaza, más allá de “voy a demandar”, ni pretende una clausura, como la famosa Lady Profeco, ni lesiona a nadie, ni nada parecido. Se queja, vocifera y exige que la dejen abordar. Es decir, lo mismo que haría la inmensa mayoría de las personas.

La reclamación por sí misma, incluyendo el estilo escogido para hacerlo por la legisladora, me parece un asunto demasiado insulso como para llegar siquiera a los medios nacionales. Pero no me sorprende tanto el que se haga noticia de lo que no lo es, como que, con menosprecio total al oficio periodístico, no se haga la pregunta obligada: ¿Por qué?

¿Por qué protestaban estas personas (cualquiera que sea su trabajo)? ¿Porque no hay oficina de la aerolínea? ¿Se están sobrevendiendo boletos en vuelos chárter? ¿La Procuraduría del Consumidor procura a los consumidores?

Luz María protestó y tenía razón. Hizo lo que espero que haga cualquiera de mis 628 representantes en el Congreso: no agacharse ante los abusos del poder, en este caso económico, no callarse, reclamar, exigir y, llegado el caso, alzar la voz y hasta demandar.

No es de otra manera que hemos ganado en México tanto nuestra libertad de escribir lo que queramos como de elegir a quien nos parezca.

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