Madurez y plenitud, he ahí el reto

El amor le da sentido a la vida; se ha dicho que “amar duele”, ya que no hay amor sin renuncia. “Sentir amor eterno” por alguien no existe.

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La capacidad de renuncia es fundamental para valorar la madurez de la persona así como su capacidad de equilibrar su ser.- A. Goldberg, psicoanalista

La vida del ser humano no se improvisa, necesita un esquema que intente diseñar el porvenir. A mi parecer se basa en tres grandes argumentos: amor, trabajo y cultura, indispensables para vivir en plenitud. Cuando se improvisa en la vida, se refleja en el aspecto sentimental cuando no está bien estructurado. La vida afectiva se desplaza, como una hoja seca, conforme sopla el viento, ya que no tiene de donde asirse; en lo profesional, cuando la persona no se ha fijado retos ni metas realistas ¡no hay compromiso!;  respecto a la cultura, cuando únicamente se alimenta de televisión y tópicos de moda, superficialmente, porque a esa vida le falta dirección y contenido. 

El amor le da sentido a la vida; se ha dicho que “amar duele”,  ya que no hay amor sin renuncia. “Sentir amor eterno” por alguien no existe; lo que sí se puede es aprender a amar día a día, que no es solamente sentir tiernos y/o intensos arrebatos amorosos, sino vivir el día a día tanto en lo trivial como en lo significativo y en lo que no es romántico pero necesario. “Echarle ganas”, volver a empezar siempre que sea necesario, dando lo mejor de uno mismo, por ej., a la pareja, con buena voluntad, porque “yo quiero seguirte amando y no sólo porque tú eres quien provee mis necesidades”. 

Todo compromiso afectivo tiene costo–beneficio. Tenemos la capacidad de amar en los momentos poco fáciles, cuando las dificultades aparecen y se necesita concentración, decisión y pericia para no naufragar, confiando en que, después de ese tramo peligroso, hay remansos de aguas tranquilas y reconfortantes. Se puede elegir decir NO a la tentación de claudicar y abandonar la nave, para así poder optimizar la posibilidad de rescate. Creer en uno mismo, redirigir los sentimientos y reflexionar que nadie nos aseguró viento favorable todo el tiempo.

Equilibrar la libertad personal y la satisfacción del bien común es señal de madurez. La tolerancia, respeto y consideración preñada de paciencia y esperanza son ingredientes inteligentes para manejar las discrepancias, dimensionarlas y razonar las alternativas para escoger la mejor.  

Vivir con dignidad, educando la libertad para elegir lo que es BUENO, desechando la permisividad y el relativismo, e intentar, una y otra vez, lograr la madurez personal que supone vivir en plenitud. Es un proceso de crecimiento que entusiasma: ¡ahí está el reto!

¡Ánimo! hay que aprender a vivir.

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