Mancera, el Heaven y un discurso erróneo

En el Distrito Federal no ha habido ausencia de decapitados, encajuelados o encobijados.

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El caso del secuestro y desaparición de 12 jóvenes tepiteños del After Heaven en la Ciudad de México tiene sin duda en jaque al gobierno de Miguel Ángel Mancera. Por vez primera desde que el PRD gobierna la capital del país se comienza a generar la percepción de que esta urbe también ha sido contagiada de la ola de violencia del crimen organizado.

Los últimos gobiernos del PRI en el Distrito Federal, en especial el de Óscar Espinosa Villarreal, tenían hundida a la ciudad en la inseguridad total, a grado tal que tomar un taxi en Paseo de la Reforma era prácticamente garantía de ser asaltado (en la mayoría de los casos), violado o asesinado.

Sin duda, los gobiernos perredistas atinaron en materia de seguridad. Pero de eso a que el delito y la violencia hayan sido erradicados de la capital hay gran trecho y también lo es decir que en el DF no hay levantones y que los cárteles de la droga no están aquí.

Ese ha sido sin duda el gran error de Mancera ante el caso Heaven, al pretender en el discurso desaparecer lo que es una realidad en la Ciudad de México desde hace décadas: el crimen organizado opera en todas las delegaciones y tiene territorios controlados, como es el caso de Tepito.

El narcomenudeo es una realidad en todos los antros, las redes de contrabando y piratería están a la vista de todos y basta para comprobarlo asomarse a cualquier puesto ambulante en las estaciones del Metro; desde hace décadas se cobra derecho de piso a los bares y clubes que funcionan hasta altas horas de la noche y los ajustes de cuentas entre bandas son cosa de todos los días.

Aunque el delito en la capital no ha generado grados de violencia tales como los vividos en estados como Tamaulipas y Michoacán o metrópolis como Monterrey, Guadalajara y Ciudad Juárez, en el Distrito Federal no ha habido ausencia de decapitados, encajuelados o encobijados.

Lo que pasó en el After Heaven ha provocado que se ponga la lupa en hechos que ya se daban como asuntos cotidianos, por lo que no ameritaban las primeras planas de los periódicos ni los titulares de los noticieros. Pero el crimen está en la capital y, si duda, funciona con la complicidad de policías y autoridades locales y delegacionales donde hay negocios, como en Garibaldi o la Zona Rosa, que se dedican a la venta de droga y a desplumar a noctámbulos; reconocer que esto pasa en el DF es el primer paso para intentar resolverlo, negarlo es un error absoluto porque ese discurso ningún chilango se lo cree.

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