El presidente Peña Nieto fue uno de los ganadores de las elecciones del domingo. Pese al Rosario affaire de Veracruz, deja una imagen de estadista que no usa el poder para menguar a los adversarios.

Hay otros dos personajes que, sin haber dado de hit, anotaron una carrera, caminando, de caballito, como se dice en el argot beisbolero: Miguel Ángel Mancera y Andrés Manuel López Obrador.

Hay una metáfora en la foto que se tomaron juntos ayer con gorras y franelas al poner en marcha una liga local de veteranos. Dos jugadores serenos que pueden ir a lanzar la pelota a la hora de la comida porque, al menos en estos días, no tienen corredores en las bases.

Las malas cuentas del PRD (por más que el partido quiera adjudicarse triunfos en donde no picha ni cacha: Baja California, Puebla, Aguascalientes…) elevan el valor electoral de Mancera, de por sí muy alto. Y pensar que hace un mes se hablaba, desinformada o insidiosamente, del debilitamiento, el derrumbe del jefe de Gobierno del DF.

El PRD no tiene, ni de lejos, una figura tan atractiva. Y como se ve el panorama, no la tendrá en un buen rato.
Federico Berrueto escribió hace unos días que ganar votos es un problema del PRD, no de López Obrador. Acabó otra elección y, sin el tabasqueño, el PRD sigue sin ganar votos. Sin el factor López Obrador (o sin el PAN), no gana una elección grande desde 1997. Y como se ve el panorama, difícilmente los ganará en la próxima estación importante: las federales de 2015.

Con razón estaban tan contentos en el cuadro, la lomita, los jardines y el  dugout. No sé si lo pensaron así, pero lo de ayer fue como un juego de estrellas, en donde hoy no hay más estrellas que ellos.