Manejo y almacenamiento del agua (II)

El agua lluvia fue muy apreciada para cocinar, también para lavarse el cabello. Hoy cada vez es menor la población que la aprovecha.

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Antes de la introducción del agua entubada y de los tinacos, el almacenamiento casero del agua se hacía en pilas de mampostería, tambores u otros recipientes. En cualquier caso, implicaba jalar el agua del pozo y acarrearla en cubetas en las cantidades necesarias para beber, preparar los alimentos, lavar la ropa, asear la casa, y para el aseo personal. 

Algunas casas de palma de guano recogían el agua lluvia mediante una cañería de hojalata, colocada debajo de los techos, que recibía las aguas de escurrimiento en un depósito. En otras, la recolección de agua lluvia se hacía de los techos y azoteas para almacenarla en aljibes u otros depósitos. Antes, los depósitos eran voluminosos y venían de lámina de hierro galvanizada.

Estando el depósito en la altura, proporciona un servicio de agua a presión. Debía almacenar agua para un año y para toda una familia. Cuando estos depósitos descansaban sobre una pequeña base en tierra eran de asbesto-cemento y sustituían a los aljibes.

El agua lluvia fue muy apreciada para cocinar, también para lavarse el cabello. Hoy cada vez es menor la población que la aprovecha.

En el aljibe se recogía principalmente agua lluvia. Por lo general es subterráneo, con canales de ventilación y paredes recubiertas de cal hidráulica. Si el agua almacenada se abombaba, es decir, empezaba tener sabor-olor azufrado por falta de oxigenación, se le echaban costales de carbón vegetal o azufre para que, por un fenómeno físico de absorción, se apodere de las sustancias que corrompían el líquido.

Otra forma de extraer agua era, o es aún, mediante veletas, bombas en forma de torre piramidal, coronadas por un eje de aspas movidas por el viento que hace posible la sustracción de agua del manto freático (7-15 m de profundidad) que arroja a un depósito de lámina de hierro. La veleta fue símbolo emblemático de Yucatán. Se estima que, para mediados del siglo XX, tan sólo en Mérida había más de tres mil.

El agua para beber o cocinar se ponía en tinajas de barro negro o rojizo. Se asentaban en lugares de sombra para mantener el agua fresca. Del barro desprende un delicado aroma de tierra mojada que gusta mucho.

También se aprovechaba la energía solar para entibiar agua colocando el recipiente directamente al sol: K’íint u ja’il in wichkíil (Entibia el agua de mi baño). En el español antiguo se diría agua quebrantada (del part. de quebrantar, disminuir o templar el exceso de calor) es decir, agua ligeramente calentada, templada, casi tibia.  

El agua serenada es la que se deja a la intemperie durante la noche para que le dé el sereno. Hay quienes le atribuyen propiedades curativas.

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