Mario Magaña A. y Pedro Góngora I. y mi primer salvamento arqueológico

La destreza de estos dos trabajadores es impresionante, con un enorme compromiso con su trabajo y que nunca repararon por el horario de la jornada.

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A ún recuerdo que hace alrededor de treinta años conocí a dos custodios de zonas arqueológicas, personajes delgados, de mediana estatura y a quienes los demás custodios identificaban como los de la brigada motorizada. 

Unos años después, tuve la fortuna de acercarme más a Mario Magaña Arana y Pedro Góngora Interián, que así se llamaban aquellos personajes. 

Con ellos inicié mi primer trabajo de salvamento arqueológico en una unidad de riego en Tekax. Este primer ritual coincidió con un periodo vacacional en el que todos los arqueólogos se fueron de asueto y el coordinador de arqueología me comisionó diciendo: No hay nadie más y tú tienes que realizar el salvamento arqueológico. Seguidamente me proporcionó la información para contactar a los ingenieros y me recomendó que hablara a los custodios Mario Magaña y Pedro Góngora para que me apoyaran y me indicaran la ubicación de la unidad en la que se realizaría la exploración de las estructuras prehispánicas.

Un día después pasé al domicilio de Mario: una casita de paja con unos troncos en la puerta que funcionaban como escritorio. Los documentos se encontraban en el interior de la vivienda que de hecho funcionó como oficina del INAH por muchos años.

Fue para mí una gran sorpresa la destreza de estos dos trabajadores, ya que cuando realizamos la prospección, en una libreta de campo plasmaron el croquis de la red hidráulica así como la ubicación de las estructuras prehispánicas. 

Después del croquis nos dispusimos a elaborar la cuadrícula para llevar el control de los procesos de exploración que con gran habilidad me ayudaron a trazar. Luego se inició la exploración -para estos casos siempre llevaban una cucharilla española, que aún son las mejores para la exploración-, con instrumentos de dentista que habían modificado para lograr un mejor resultado durante la exploración de entierros o la recuperación de ofrendas.

Esta primera tarea la realizamos de manera satisfactoria con la ayuda de estos dos trabajadores que considero son los últimos de una magnífica generación de custodios con un enorme compromiso con su trabajo, con la institución y que nunca repararon por el horario de la jornada.

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