Matar al hermano

Tristemente descubres que sí hay una fuerza contraria al desenvolvimiento natural de un artista que decide salir de su ciudad porque en otro lado encuentra las condiciones necesarias para actualizarse y crecer.

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En Estados Unidos cuando alguien sobresale, los demás hacen soporte para que sea más notorio y al mirarlo a él también miren a los otros. En México, si alguien sobresale, los otros lo jalan hacia abajo para que no sea más que ellos. Ahora que el teatro me lleva a distintas geografías, tengo la oportunidad de comparar otras formas de pensar y vivir el teatro.

En ello encuentro coincidencias, carencias, logros y fortalezas para seguir creando a pesar de todas las piedras y los “Caínes” que aparecen en el camino. La semana pasada estuve en Chicago con un grupo de dramaturgos. Tradujeron nuestras obras y fuimos a ver coómo funcionaban en otro país y en otra lengua. El espacio de convivencia fue mágico, suena raro, pero nos queremos, en ese cariño fraternal que nos hace hermanos teatrales.

Es curioso que a veces  el triunfo de los colegas  genera escozor y suspicacia. Conozco un compañero que más de una vez ha tenido pruebas de agresión por parte de sus colegas que lo desconocen porque ya no vive en su ciudad natal.  No lo consideran parte de la comunidad y manifiestan que su teatro no los representa, aun cuando en todas sus obras se habla de problemáticas de su ciudad. Él suele aconsejarme: “Ten cuidado, salir de Mérida generará cosas en los otros que querrán descalificarte o poner alacranes en tu maleta”.  

Tristemente descubres que sí hay una fuerza contraria al desenvolvimiento natural de un artista que decide salir de su ciudad porque en otro lado encuentra las condiciones necesarias para actualizarse y crecer. O porque en algún momento su trabajo tiene más sentido afuera que dentro. Sin embargo, los comentarios destructivos sólo nos llenarán de dudas y nos pondrán a la defensiva. Se ignora mucho de lo que hacemos afuera, se pasa de largo o se mira con incredulidad.

De todos modos seguiremos creando, lo que me parece lamentable es ese impulso primario de aniquilar al hermano,  el complejo de Caín que al no ser “el preferido de los dioses” mata al otro . Alguien podría decir: “Si estás mejor afuera, quédate ahí”. Ése es el punto, aprender que el otro puede estar en cualquier parte y no dejará de ser quien es. Mientras más alto vuele un hombre más fortalece sus raíces. Nuestro teatro seguirá cruzando el mundo aún cuando los otros tengan miedo de volar.

Abrazo a mi amigo y lo siento hermano de un mismo dolor: salir del pueblo y ser desconocidos en ese autoexilio, pero seguir creando y convertirnos en ciudadanos del teatro. Ése no mata, ni discrimina y siempre podemos llenarlo de luz, una luz finita y generosa que un día sea lo suficientemente libre para iluminarnos a todos.

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