La medicina del alma

Tal vez me digas que ya estás viejo, pero eso de viejo tú has permitido que un anciano se meta en tu cuerpo.

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“Vivir es ir muriendo un poco cada día”. Tal vez ésta sea tu frase para el día de hoy, pero quiero recordarte que la esperanza es lo único con lo que puedes comprar la felicidad.  Y no hay que olvidar que la esperanza siempre nace en el amor.  Por eso hoy ¿estás ocupado en llenar tu vida con amor? o ¿estás buscando qué rótulo tendrá el mármol de tu cripta?

Tal vez me digas que ya estás viejo, pero eso de viejo tú has permitido que un anciano se meta en tu cuerpo. Si has llegado a la edad madura de la vida o sea la plenitud de tu existencia, ya debes saber vivir sin amarguras, decepciones, frustraciones y gozar el recuerdo de las alegrías vividas y de las tristezas superadas.

Siempre agradecer los dones que Dios te dio, reconocer con humildad que no rendiste el ciento por uno, pero no olvidar que dejaste guardado un poco del mejor vino, el vino más añejo para el final, el vino del amor, que ahora podrás compartir con tu pareja, disfrutar a tus hijos y paladear a tus nietos, pues son el fruto de tu huerta del amor.

Sabemos que la enfermedad acelera la destrucción y todo es cuestión de tiempo, pero la enfermedad se puede prevenir y se puede combatir con el auxilio de la medicina, pero es más importante “la medicina del alma”, que es el anhelo de vivir, con ánimo, entusiasmo y con amor.  Pues si no tenemos esta medicina moriremos antes de la hora que se nos ha designado.

Tal vez hoy tengas en tus células un cáncer en gestación y no lo sepas, pero de ti depende aniquilarlo con tu espíritu de lucha, ser positivo o dejar que crezca y te destruya al vivir con emociones y pensamientos derrotistas. Y si ya tienes ese cáncer, es tu responsabilidad mantener tu estado de ánimo y valentía: esa será la mejor medicina para que tu cura sea pronta y la enfermedad no te aniquile. Te doy la frase que me regalo mi amigo Rodolfo hace años, cuando el cáncer lo destrozaba por dentro, y en su lecho de muerte con una sonrisa en los labios me decía: “Roberto, tengo cáncer, pero el cáncer no me tiene a mi”.

Nunca nos debe doblar la cruz de la enfermedad.  Debemos, sí queremos, luchar con valentía y tranquilidad interior, buscando fe en el amor de Dios y mantener la esperanza, porque donde no hay esperanza no puede existir el esfuerzo.  Bien decía Schafer: “La máxima felicidad de los mortales será siempre la esperanza”. Pues la esperanza abre las puertas que la desesperación cierra.

Si no estás ocupado en nacer estás ocupado en morir.  Hoy ¿en cuál plan estás?. Es por lo cual que hoy, no mañana, debemos ser positivos y vivir el presente con entusiasmo y disfrutar siempre cada instante que Dios nos regala de la vida.

Porque el pasado ya se fue y el futuro no ha llegado. Vivir el hoy es lo único que tenemos.  La prueba más clara de sabiduría es una alegría continua. Sólo nos queda dar amor y recibir amor, es la moneda para comprar la felicidad.  Ama a Cristo, ama a tu prójimo, ama a tu enemigo, pero no se te olvide en amarte tu primero, pues nadie puede dar lo que no tiene.  Vivir este instante, disfrutar este día y aceptar nuestra realidad.  Bien dice Richard Bach: “La única diferencia, realmente la única, es comprender lo que de verdad eres y empezar a ponerlo en práctica”. 

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